Las flores de plúmbago pintan su leve azul en el jardín.
Yo amo a ese color que no se decide a ser decididamente azul. Es un azul que teme exponerse a que lo riña el vivo azul del cielo por intentar ser cómo él. Es una insinuación de azul; un azul tímido que en voz baja me dice: "Soy azul".
La rosa grita en púrpura su orgullo de ser rosa; los descarados geranios lanzan al día su rojo, su anaranjado, su amarillo. En cambio el plúmbago se recata, humilde, como una muchacha bonita que no sabe que lo es.
Pondré en un búcaro estas flores vagamente azules y adornaré con ellas mi escritorio. Quizá de ellas aprenda la sencilla virtud de la humildad; quizá por ellas mis vanidades se hagan menos vanidosas, y mi alma se pinte con un color de cielo mansamente azul.
¡Hasta mañana!...