Dijo el rojo:
-Soy el mejor color.
-No -respondió el amarillo-. El mejor color soy yo.
-Ningún color hay mejor que yo -dijo el azul.
Y el verde replicó:
-Yo soy el mejor.
Lo mismo dijeron los demás colores: cada uno de ellos pretendía ser el mejor. Decidieron entonces nombrar un árbitro para que resolviera la cuestión. El árbitro, hombre sabio, decretó:
-Ningún color es mejor que otro. Todos son diferentes, y todos necesarios.
¡Hasta mañana!...