ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR no tiene compostura. Recorre nuevamente el país tratando de convencer a los electores de que ya cambió. Que es un hombre nuevo ajeno a los rencores, venganzas y a pasadas locuras.
HABRÍA que recordar la forma y manera de cómo desquició la vida de la Ciudad de México en 2006, cuando tomó con sus seguidores el Paseo de la Reforma aduciendo que eran actos de protesta por habérsele robado las elecciones frente a Felipe Calderón. Con su conducta millones de personas inocentes a los hechos argumentados, sufrieron el artero ataque por parte de un solo individuo, que no reparó ni tampoco le importó el terrible daño que causaba a los habitantes de la Ciudad de México.
NO OBSTANTE ELLO, López Obrador plantó a miles de perredistas sobre la avenida más importante y bella de la ciudad capital, instalando casas de campaña, sanitarios ambulantes, tomas clandestinas de corriente eléctrica, en fin, convirtió al orgullo urbanístico de los chilangos en un verdadero muladar y por muchos meses.
YA CON ANTERIORIDAD había utilizado a sus dos alfiles predilectos, el hombre de las ligas René Bejarano y a su cónyuge, la inmarcesible Dolores Padierna, para que evitaran a como diera lugar, que el presidente electo tomara posesión de su cargo en la Cámara de Diputados y no otorgara la protesta de ley.
EN EL INCIDENTE LAS tribus perredistas bloquearon el acceso al Palacio de San Lázaro, enfrentándose a las fuerzas del orden público comandadas también por perredistas, por lo que aquella intervención fue una mera y triste simulación de meter al orden a los exaltados anarquistas del partido del Sol Azteca. Si no hubiese sido por la enérgica intervención de algunos responsables diputados del PRI, PAN y PVEM, Felipe Calderón no habría podido tomar la protesta de su cargo y el país hubiese caído en una peligrosa anarquía, lo que en el fondo anhelaba AMLO.
DESPUÉS DE TODOS ESTOS desaguisados vino la hilarante comedia que López Obrador conjuntamente con sus seguidores montó en el Zócalo capitalino ante algunos de sus paniaguados más extremos. Ahí, sin recato alguno se cruzó muy serio y circunspecto sobre su pecho un trapo tricolor con un águila de alas abiertas. Todo ello muy a imitación de Napoleón Bonaparte cuando se coronó Emperador de los franceses en aquella histórica ceremonia en Nuestra Señora de París; de esa misma manera, el tabasqueño se declaró solito y a sí mismo como el Presidente Legítimo de México. Este hecho, que en cualquier país medianamente serio hubiera sido considerado como un estrafalario acto circense y ridículo, en este nuestro sufrido México fue estimado por algunos como un acto digno, congruente y ¡legítimo!
AHORA EL CANDIDATO de la esperanza viene tratando de enredar a sus posibles electores, asegurando que él sí acabará con los gasolinazos y que construirá hasta cinco refinerías para evitar su importación. También viene prometiendo López Obrador que bajará el precio de los combustibles y que creará hasta cuatro millones de empleos durante su sexenio (ni Estados Unidos ha podido lograrlo) y además, que asegurará una pensión a todos los mexicanos, especialmente a los ancianos.
Por lo que viene diciendo AMLO parece que es muy difícil para el destacado político mexicano que busca ser Presidente de la República, obtener información sólida para fundamentar sus propuestas. Parecería que en algunos casos quienes hacen las ofertas políticas y sus asesores, viven en una remota aldea, incomunicados en términos de información fidedigna y confiable y además, ajenos a lo que sucede en la economía real.
Es por ello que no se miden para lanzar propuestas, que vistas objetivamente, resultan ser monumentales y ruinosos disparates.
YA DICE EL DICHO: Prometer no empobrece, dar es lo que aniquila.
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