Un suceso, que en esencia debió indignarnos, unirnos, solidarizarnos, y tener empatía con la familia Moreira Valdés, terminó en cientos, si no es que miles de mensajes, que iban desde la indiferencia, hasta el júbilo por lo sucedido.
Me refiero al asesinato del hijo del exgobernador Humberto Moreira Valdés.
Es cierto, que a nadie se le debe desear el mal, mucho menos la muerte.
Si en verdad deseamos la paz, debemos empezar por cuidar lo que decimos, hacemos y dejamos de hacer, me incluyo.
Pero estas reacciones masivas, tienen su origen fundamentado, sobre todo en gobiernos en donde el exceso y abuso del poder es la constante.
Es, creo, la única forma que encuentra el pueblo para mostrar su reprobación o rechazo hacia gobernantes que desde el punto de vista particular, sobrepasaron sus atribuciones.
Al respecto, cito un extracto del libro El Sha, escrito por Ryszard Kapuscinski, en donde habla de los excesos y caprichos de Mohamed Reza Pahlevi, el emperador de Irán, y el triste final de su reinado y su vida.
“… Desde los tiempos más remotos los reinados de todos los emperadores persas han acabado de manera lamentable e ignominiosa. O bien han muerto decapitados o bien con un cuchillo en la espalda o bien -los más afortunados- hubieron de huir del país para ir a morir en el exilio, abandonados y olvidados.
“…Cuando se iban, lo hacían acompañados de los insultos y las maldiciones de las multitudes, y la noticia de sus muertes se convertía en una fiesta llena de alegría.
“… El asesinato de un monarca puede ser considerado por el pueblo como la mejor solución, incluso como una solución enviada por el mismo Dios.”
Guardadas las debidas proporciones, el parecido de este pasaje de la historia, no es casualidad, es una realidad que lamentablemente estamos viviendo.
Lo sucedido, al hijo del exgobernador, debe servir para que nuestras autoridades estatales, así como toda la clase política haga un ejercicio supremo de reflexión de lo sucedido, para que se tomen las decisiones más adecuadas para que esto deje de ser la constante que envuelve a nuestro estado y país.
Sin lugar a dudas, es necesario solidarizarnos, todos, en contra de la violencia y a favor de la aplicación de la ley. Así como de la promoción y la consolidación de principios y valores que honren nuestro estatus de animales superiores y pensantes.
Aprovecho el espacio para hacer pública una disculpa por mis comentarios sobre lo acontecido. De igual manera, envío mi más sentido pésame a la familia Moreira Valdés.
