Miriam Alvarado tiene 9 años y estudia la primaria. A pesar de su corta edad cataloga a la mayoría de los políticos como mentirosos. En su corta experiencia dice que no cumplen lo que prometen. Con ella coincide Valentín Rosas de 11 años, a quien le gustaría que los políticos se unieran para trabajar a favor del medio ambiente. En su lenguaje infantil Valentín menciona que los políticos están divididos y que sólo ven por los intereses de sus partidos.
Ellos no votan, sin embargo conocen a los candidatos a la presidencia de la república. A pesar de su corta edad no son ajenos a los spots de televisión. Los nombres de Enrique Peña Nieto, Josefina Vázquez Mota, Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Quadri les son conocidos. En su lenguaje unos les caen mejor que otros, pero básicamente creen poco en los políticos, pero eso sí todos piden lo mismo: que se acabe la violencia.
Hoy es 30 de abril y en todo el país se celebra el Día del Niño. La fecha es un buen pretexto para reflexionar sobre el entorno en el que están creciendo nuestros niños. Por ejemplo ahora que varias colonias residenciales han optado por levantar bardas y rejas para protegerse de la inseguridad, indirectamente le estamos mandando el mensaje a los pequeños que sociabilizar con el otro está mal e incluso representa un riesgo. Sólo puedes jugar seguro si estás en la colonia. Al respecto, el psicólogo y maestro de posgrado de la Universidad Iberoamericana Plantel Laguna, Juan Manuel Torres comenta:
"La decisión adulta de cerrar espacios o de restringir el acceso a sectores habitacionales transmite a los niños un mensaje que resalta las características amenazantes del mundo y explícita la impotencia resultante de la ineficacia de la comunidad (representada por sus padres) y de sus autoridades. Con ello, se limitan las opciones para convivir y se constriñe el horizonte vital que termina en las bardas circundantes, coronadas por cuchillas, alambradas o cámaras de seguridad, y en las casetas de vigilancia, controladas por los guardias".
Sin duda de cinco años a la fecha los niños de nuestra región han crecido en un entorno muy distinto al que lo hicimos usted y yo. Recuerdo que en mi infancia me iba caminando con amigos a la Deportiva para jugar futbol sin la compañía de ningún adulto porque no pasaba nada. Incluso no recuerdo de niño haber visto nunca en las calles a hombres encapuchados y con armas en mano, aunque fueran policías federales o soldados.
El mismo Juan Manuel Torres comenta que el entorno de violencia que se vive actualmente expone a todos los niños a las consecuencias que la experiencia impone, sin importar si reciben un impacto directo de bala (como víctimas) o indirecto (como receptores de un ambiente enrarecido, de las noticias en los medios de comunicación y de los rumores que circulan en su calle). Obviamente este entorno trae consecuencias negativas como el sentimiento de indefensión, la reproducción de conductas asociadas al miedo y a la agresión, el estrés y sus derivados psicosomáticos, la desesperanza y el incremento de los trastornos mentales, especialmente la depresión y la ansiedad.
Pero como todos los fenómenos también se generan aspectos positivos los cuales para el académico son: "el crear un vínculo más estrecho con las personas e instituciones significativas (como la familia y la escuela, principalmente en la expresión de pensamientos y sentimientos), una valoración de la calidad de vida (incluyendo un posicionamiento ético) y una mayor capacidad de respuesta ante la incertidumbre de la vida".
A la fecha el crimen organizado en México ha reclutado a más de 30 mil niños que asesinan, secuestran y torturan. Al mismo tiempo la guerra contra el narcotráfico ha dejado a 60 mil niños huérfanos, pequeños que crecerán sin padres. Las cifras son alarmantes porque como ha afirmado el poeta Javier Sicilia, México corre el riesgo de quedarse sin lo mejor que tiene que son sus jóvenes y los niños.
Es cierto, los niños de hoy son muy distintos a los de hace 20 o 30 años, sobre todo cuando se crece en un entorno de violencia e inseguridad. De ahí que sean muchos los niños que como Miriam y Valentín deseen vivir en paz y anhelen que regrese la tranquilidad a las calles porque ellos también quieren salir a jugar sin miedo.
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