El día de ayer se celebró el Día Mundial del Agua. Esta efeméride hoy más que nunca parece una inmisericorde ironía del calendario para con los laguneros y en general para todo el norte del país, particularmente el sector agropecuario, ya que se está padeciendo la peor sequía de la que se tenga registro alguno en México. Esto es, hasta hace poco más de setenta años, cuando se empezó a documentar las precipitaciones pluviales en nuestro país. Del otro lado del río Bravo, en Texas concretamente, no se tiene antecedente alguno de año más seco en más de cien años.
El solo problema de la ausencia casi total de lluvias en más de 18 meses, es ya de suyo un caso complejo que abarca el punto de vista social, económico y hasta de sustentación ambiental. Si bien es cierto que el norte de México es mayoritariamente árido o semiárido, exceptuando la Sierra Madre Oriental y la Sierra Madre Occidental, así como algunos microclimas focalizados - como Parras de la Fuente, Coahuila - éste tenía como todas la regiones sus ciclos naturales calendarizados, con variantes en los volúmenes de agua que caían del cielo y que son pieza fundamental en todos los ecosistemas, el fenómeno climatológico del año pasado y del que ahora corre, sencillamente colapsa cualquier equilibrio.
Esta interrupción casi absoluta del ciclo del agua en varios estados de la república además del enorme menoscabo que le ha propinado al sector primario per se, afecta a decenas de miles de personas que habitan en los ejidos y comunidades rurales cuya vocación productiva está totalmente vinculada a lo que la madre tierra les proporciona a través del trabajo de la misma. Pero como definitivamente el agua no llegó, simplemente ahora la situación de esos pueblos es de una emergencia alimentaria, pues muchos de sus cultivos son para autoconsumo. Hay comunidades que están peor que eso: no tienen agua ya ni para beber.
En lo que corresponde al efecto ecológico y productivo, el hato vacuno en el estado de Durango, tenía hasta antes de esta tragedia, una población de un millón doscientos mil animales. A la fecha se estima que esa cifra ronda ya en los 700 mil animales, constituyéndose en una pérdida que se acerca ya al 50 por ciento. Y así como muchas poblaciones rurales se alimentan directamente del fruto de sus cosechas, muchos de ellos sobreviven con la venta de las crías de unas cuantas vacas, para los años subsecuentes ni siquiera tendrán ese apoyo, por lo que la miseria parece ser el único destino frente a ellos.
Además, la recuperación de la capacidad productiva de carne en Durango, así como de todos los demás estados afectados como Chihuahua, Coahuila, Zacatecas, San Luis Potosí y Nuevo León principalmente, tomará años en llevarse a cabo, aun si este año por fortuna lloviese copiosa y generalizadamente en todos estos territorios afectados.
Este es un panorama sin duda sombrío, pero hay que aparejarle las circunstancias que se han vivido en La Laguna ya por décadas, que ahora con este problema estacional se ha acentuado: la sobreexplotación de los mantos freáticos de la Comarca que ya ha traído como consecuencia que al hacerse necesario extraer agua cada vez a mayor profundidad por el abatimiento del agua en el subsuelo, ahora el vital líquido bombeado hacia las redes de agua potable contenga peligrosas cantidades de arsénico, elemento que en dosis que ya se encuentran en ella, amén de la extracción desmedida del acuífero lagunero.
Cada año, se sacan de los pozos mil cien millones de metros cúbicos de agua, en tanto se estima que se tiene una recarga natural de cerca de 600 millones, teniéndose una pérdida de 500 millones anuales en la reserva del vital líquido. De los mil cien millones, 880 se destinan a la agricultura, en tanto las personas consumen alrededor de 100 millones. La industria ocupa un volumen de 60 millones aproximadamente.
La solución para detener el agotamiento de los pozos es sencillamente que la autoridad vigile que no se extraiga más de lo permitido; a la par, debería crear programas para que los agricultores puedan migrar a sistemas de riego de mucho mayor eficiencia para producir lo mismo con mucho menos gasto de agua.
Desafortunadamente la indolencia y miopía de los políticos, la avaricia de algunos productores, es la receta perfecta para que cada vez el momento de que el agua para beber empiece a faltar en amplios sectores de la población, esté más cerca.
En tanto, la sequía que se vive con todos sus problemas, es un elemento que acelera a la debacle que pronto se vivirá en las ciudades, porque en las zonas rurales simplemente el asunto es demoledor ya. Celebrar el Día Mundial del Agua es imposible, no hay nada que festejar.