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NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

EL ESTRÉS QUE VIVIMOS,

No cabe duda que para vivir en un país como el nuestro, se requiere definitivamente de poseer un buen sentido del humor y de una capacidad inigualable para reír, y para tener amplias y fuertes superficies carnosas por las que se puedan resbalar tantas barbaridades que enfrentamos cotidianamente y que representan esas fuentes constante de estrés y de ansiedad que nos agobian. Como se mencionó la semana pasada, la risa es efectivamente un remedio infalible para combatir a nuestros enemigos estresantes, una receta oficial y certificada que puede servir para reírnos lo mismo de nosotros mismos, que de quienes nos ataquen, nos aplasten o se burlen y aprovechen nuestra credulidad y buena fe, o como una forma indirecta de canalizar la desesperación, el enojo, la frustración y la impotencia que nos provoca su ineptitud, su descaro, su deshonestidad y su desfachatez. Es así como además, la risa en México, quizás al igual que "serpientes y escaleras", se convierte a la vez en una especie de juego cultural oficializado, que en algún momento y en una u otra forma, todos nos vemos obligados a aprender y a participar en diferentes etapas de nuestra vida desde la niñez, independientemente de disfrutarlo o no, o de conocer a profundidad unas reglas que son sumamente irregulares. Por lo general se tiende a jugar bajo la superficie, un tanto a ciegas como "las escondidas", mediante el uso del engaño, del fraude, del cohecho y de las trampas, como métodos ideales con los que se intenta a toda costa salir victoriosos e impunes de la aventura, airosos como vencedores finales, y admirados también como héroes poseedores de esa fina o burda capacidad antisocial que sirve para embaucar y enredar a los demás, una habilidad tan envidiada por muchos y globalizada como ese estereotipo cultural tan popular de lo que debe ser un diestro jugador público. Para tantos entonces, este estilo tan sui generis se convierte en una forma de vida, una especie de falsa, atractiva y colorida armadura que les sirve para cubrirse y disfrazar su rapacidad, transformada en la honrosa imagen pública de toda una dama o todo un caballero. Y al igual que los caballeros de la Edad Media o del Renacimiento, ellos se aprestan a embestir cotidianamente a quienes se les cruce en el camino, en toda clase de palestras a lo largo de nuestro territorio, en esos sólitos y frecuentes torneos que se realizan en todas las arenas mexicanas, desde los barrios más humildes hasta las colonias más encumbradas, sin importar los niveles sociales, económicos, políticos, religiosos, académicos, artesanales o populares. Este juego tan enraizado en nuestros orígenes culturales se ha convertido en la esencia del deporte nacional, y no me estoy refiriendo al futbol, a pesar de su enorme popularidad y arrastre, sino a un juego mucho más sofisticado y profundo, que surge desde la entrañas de nuestra idiosincrasia, que nos gobierna y nos controla en el diario vivir, en el aquí y en el ahora.

Quienes poseen esa excelente capacidad de adaptación para aprender a jugarlo al grado de dominar el arte de la cuerda floja, de las maromas y los malabarismos en el aire, con la suficiente habilidad para luchar y sobrevivir a base de hacer chistes y albures, trampas y fraudes simpáticos, de "echar y recibir carrilla" de reírse y de bromear sin tomar muy en serio la repercusiones de sus actos, ni las circunstancias o la vida en general; tal habilidad les permitirá enfrentar exitosamente la ansiedad y el estrés en una cultura tan irreverente como la nuestra. Quienes por el contrario, tengan una sensibilidad más fina, sin poseer esa increíble capacidad maromera para jugar, saltar, trampear, y lograr utilizar y comprender el sentido del humor, la vida en México les resultará más compleja, incomprensible y estresante, de tal modo que podrán ser arrasados y devorados por la ansiedad.. La moraleja en cierta forma, es que de una u otra forma, todos necesitamos aprender a reír y jugar, a reconocer el juego que se juega aún si no conocemos las reglas del todo o aunque no estemos muy de acuerdo con ellas Aún como adultos, necesitamos saber usar la sal y la pimienta, para lograr protegernos del estrés y la ansiedad en una cultura tan surrealista como la que hemos creado en México y a la cual pertenecemos (Continuará)

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