VAN GOGH, FILADELFIA Y LA PSIQUIÁTRICA AMERICANA,
CUARTA PARTE
Kilométricos e interminables, así se antojan estos corredores que se desplazan y se alargan uno tras otro, prolongados en ascenso o en descenso en mecánicas escaleras eléctricas que también se pierden hacia arriba o hacia abajo en la inmensidad de este edificio, una antigua estación de ferrocarril que ha sido modernizada en nuestros días, para convertirse en el flamante Centro de Convenciones de una ciudad tan histórica como lo es Filadelfia.
A su vez, como una especie de laberinto, los corredores se alinean estratégica y ordenadamente para luego desparramarse en diferentes espacios y cuartos etiquetados con números y letras, que permiten una mejor orientación para encontrar alguna de las múltiples conferencias, simposios, pláticas informales, cursos, talleres, grupos interactivos, presentación de casos clínicos, exhibición de películas o documentales, exhibición de libros, de productos farmacéuticos o de stands que representan a las principales compañías farmacéuticas, o a las empresas médicas en forma de unidades clínicas, hospitales o centros médicos psiquiátricos y universitarios de Estados Unidos.
Un pasillo a la derecha se interna en los salones 103 A, B y C, para seguir con el 104, y así sucesivamente hasta continuarse por decimales en pasillos siempre a la derecha, mientras a la izquierda, altos ventanales permiten la entrada de los rayos solares en un bello día primaveral, así como a las imágenes de tantas fachadas de los altos rascacielos colindantes, haciéndole marco a la del antiguo y célebre mercado Reading que se encuentra de frente.
Como sucede en la mayoría de los centros de convenciones construidos en las principales ciudades de Estados Unidos, ya sea Nueva York, Chicago, San Francisco, San Diego, Nueva Orleáns, etc., el centro de convenciones de Filadelfia también es enorme, con nuevas secciones y alas que se han ido añadiendo conforme a las cada vez más exigentes necesidades de espacio para este tipo de eventos.
Las distancias de una sesión a otra para alcanzar los diferentes salones, casi se pueden medir en millas, lo que determina que una jornada normal para asistir a varias sesiones al día, equivalente a unas ocho o diez horas, representa no sólo un excelente ejercicio mental para poder escuchar, concentrarse, traducir, resumir, integrar y analizar conceptos y propuestas tan variadas y complejas en un idioma como es el inglés (no hay traducción simultánea en estos congresos nacionales americanos a pesar de la gran diversidad de extranjeros que asistimos), para luego poner en orden las propias ideas y sacarle entonces el mejor provecho a la jornada, sino que también se convierte en una especie de maratón, un excelente esfuerzo de ejercicio físico ante ese recorrido increíble que se lleva a cabo bajo presión y midiendo el tiempo para alcanzar las sesiones que le interesan a uno. y que no necesariamente se encuentran en salones vecinos o cercanos. Tal experiencia estimula en uno la fantasía de que ojalá hubiera bandas móviles como las que existen en los aeropuertos, o cuando menos algún tipo de bicicleta o vehículo pequeño para transportarse dentro de sitios gigantes como éste.
El asistir a un congreso como éste, se convierte verdaderamente en una jornada diaria de una mezcla de trabajo físico e intelectual combinados, que por un lado es sumamente estimulante y satisfactorio, como una excelente oportunidad educativa para revisar las nuevas tendencias en Psiquiatría y otras áreas compatibles, buscando ese aprendizaje y la actualización que nunca debieran terminar, al escuchar conferencistas y equipos de expertos especialistas en áreas determinadas que comparten sus trabajos científicos e investigaciones. A la vez, se trata de largas jornadas exhaustivas y desgastantes, que requieren posteriormente de un período de reflexión y de integración de ese tan amplio torrente de ideas, comprimidas a presión en un espacio tan limitado y un tiempo tan reducido. (Continuará).