Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

VAN GOGH, FILADELFIA Y LA PSIQUIÁTRICA AMERICANA

(OCTAVA PARTE)

A pesar de que este concepto de resiliencia mencionado la semana pasada a raíz de la conferencia del Dr. Rutter en el Congreso de la Asociación Psiquiátrica Americana, es un concepto perfectamente aplicable a las condiciones en que se encuentra nuestro convulsionado planeta en estos días, para referirse igualmente a la increíble capacidad que tienen sus habitantes para sufrir y enfrentar tantas experiencias traumáticas y sucesos trágicos que se suceden día con día en diferentes sociedades y naciones, sería inadmisible entonces evitar un tema tan básico y cercano a nosotros los mexicanos, que experimentamos momentos tan álgidos en el presente. Si nos propusiéramos traducir el término de "resiliencia" en "mexicano" puro, creo que las dos palabras que se acomodarían de inmediato, serían curiosamente dos regiones importantes de nuestra anatomía: "el lomo", a pesar de que suene más animal y creo que precisamente por sonar más primitivo y animal, es más específico, realista y apropiado para describirnos, mientras que el otro término sería el del "estómago"; dos vocablos que surgen del más puro y legítimo lenguaje coloquial, de ese lenguaje que sale de nuestras entrañas y que expresa con mucha claridad y sin recovecos ni adornos cantinflescos, aquello que realmente necesitamos expresar. Así pues, podemos traducir entonces el concepto de resiliencia, como esa increíble y tradicional capacidad de "lomo" que tenemos, ya sea para cargar y aguantar los pesos más burdos y pesados, físicos o emocionales, que en ocasiones se llevan hasta con cierto orgullo y deleite adornado por una amplia sonrisa, para ser convertidos en ocasiones en chistes o albures espontáneos, o por el contrario como también decimos en lenguaje coloquial, "un lomo tan grasiento que sirve para que se nos resbale todo" y que llega a desembocar en un valemadrismo mágico y universal. Igualmente, hablamos del "estómago" como una especie de limbo, como un órgano de aguante, al que hacemos funcionar como si se tratara de un resumidero a donde enviamos todos nuestros despojos, como una licuadora orgánica en la que se mezclan humillaciones, frustraciones, fracasos, corajes, insultos, golpes físicos o emocionales, engaños, traiciones, violaciones de cualquier tipo, promesas falsas, celos, abusos, robos, desfalcos, envidias, tristezas, miedos, desilusiones, remordimientos, vergüenzas y todo aquello que enfrentamos y que intentamos digerir internamente en lo que esperamos se procese como una digestión exitosa y satisfactoria, que aceptamos resignadamente con esa tan clásica y conocida frase de "todo me lo trago". En ambos casos, se trata de mecanismos de defensa psicológica, producto precisamente de lo que seguramente podríamos etiquetar como nuestra capacidad de resiliencia, una capacidad de resiliencia tan ancestral, que hemos heredado y aprendido con rasgos genéticos y culturales, que ha surgido en la oscuridad de los siglos para ir evolucionando en rasgos tan típicos y específicos como los que poseemos, que podrían explicar nuestra idiosincrasia y nuestras necesidades de sufrimiento, de expiación y de silenciosa sumisión y pasividad. ¿Desde donde en el camino recorrido podemos detectar tales rasgos y necesidades: acaso desde las guerras prehispánicas, en esa concepción de los sacrificios humanos para apaciguar y venerar a dioses mayas, toltecas, aztecas o cualquiera de nuestras múltiples líneas consanguíneas; desde la sangrienta ferocidad del encadenamiento y la esclavitud de la Conquista ofrecida a otra clase de dio, desde la servidumbre, sumisión y discriminación racial y social de la Colonia y la Independencia, desde los reclamos artificialmente aristocráticos y grotescos con aires de grandeza de los imperios fallidos, desde las modas, manierismos y máscaras afrancesadas de las dictaduras exportadas a fines del siglo XIX, para prolongarse detrás de una supuesta revolución que simplemente ha invertido los roles y las clases sociales para mantenerse en una etiquetada democracia con moda, manierismos y máscaras americanizadas, pero que realmente pareciera proseguir ciertos parámetros dictatoriales en el presente y quizás peligrosamente en el futuro (Continuará)..

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