VAN GOGH, FILADELFIA Y LA PSIQUIÁTRICA AMERICANA
Pesar, luto, dolor, aflicción, lamentación, duelo, quebranto, pena son varios de los diferentes términos utilizados en nuestro idioma para expresar adecuadamente todas aquellas reacciones secundarias a las experiencias de pérdidas y separaciones, a las que me refería la semana pasada al comentar la disertación de la Dra. Katherine Shear sobre un tema tan delicado y esencial como es el duelo complicado. Se trata de un tema que me parece sumamente importante y siempre actual, pero especialmente en nuestra época y en nuestra comarca, cuando esa terrible violencia cabalgante que sufrimos desde hace ya varios años, ha ocasionado y sigue ocasionando una serie de muertes, pérdidas y separaciones traumáticas y dolorosas para tantas familias laguneras, además de las pérdidas materiales implícitas asociadas a una ola tan terrible y devastadora como es ésta, que además ha quebrantado y deteriorado exageradamente nuestro estilo de vida, con huellas importantes de lo que quizás podríamos considerar como un proceso de duelo comunitario y generalizado en nuestra comarca, que no parece terminar.
Para el mejor conocimiento y comprensión de dicho proceso de duelo al que se refería la Dra. Shear, ella y su equipo de investigadores se han servido de una serie de estudios y teorías provenientes por un lado del campo de la Neurobiología, en el que dicho fenómeno se encuentra relacionado con ciertas áreas del cerebro como son la amígdala y los circuitos ejecutivos. Pero por otro lado, ellos se han enfocado además al área psicológica del desarrollo, sobre todo en lo que se refiere a los estudios sobre la teoría del apego de John Bowlby, un reconocido psicólogo, psiquiatra, psicoanalista e investigador del desarrollo humano, estudioso de esa relación temprana del bebé con la madre y con el padre, apoyado originalmente en sus estudios etológicos, que le sirvieron para comprender precisamente el tipo de vínculos que desarrollamos los seres humanos desde el inicio de la infancia. Mediante el uso de tales teorías, la Dra. Shear distingue entre lo que representa la fase inicial del duelo, que ella denomina duelo agudo, pero que idealmente debería transformarse en lo que sería un duelo integrado, conforme avanza y se lleva a cabo este proceso de lamentación y luto. En esa fase inicial, se mezclan aspectos de ansiedad y depresión combinados con una variedad de emociones muy diversas, entre las que resalta al principio la incredulidad, la desconfianza, la negación y la lucha que se da internamente para lograr aceptar la pérdida o la muerte, asociadas a una sensación de tristeza y de añoranza importantes. Dependiendo de la intensidad de la relación y de las circunstancias, este proceso puede durar días, meses y hasta años en algunos casos, sobre todo cuando se prolonga demasiado y se convierte entonces en un duelo complicado. Cuando el proceso logra desarrollarse en forma exitosa, mediante la aceptación de la muerte o de la pérdida experimentadas y se llega a lograr ese fenómeno de la restitución interna, se trata entonces e idealmente de un proceso de aprendizaje que requiere de toda una serie de estrategias conscientes e inconscientes que cada persona echa a andar de acuerdo a las fuerzas, capacidades y recursos propios, así como a los apoyos interpersonales o ambientales, lo que le permite regular sus emociones adecuadamente frente a la demandas del ambiente en el que se mueve. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que surgen una gran variedad de factores que suelen bloquear o interferir con este proceso, como pueden ser cierto tipo de deficiencias psicológicas individuales, de creencias disfuncionales culturales o religiosas, de impulsos hostiles o agresivos que pueden provenir de la familia misma o de las relaciones interpersonales, factores que esta especialista califica como una especie de toxicidad socio-ambiental o toxicidad interpersonal respectivamente (Continuará).
