VAN GOGH, FILADELFIA Y LA PSIQUIÁTRICA AMERICANA
Definitivamente, sabemos que la música a través de los siglos, ha formado una función muy importante dentro de nuestra salud mental, como un instrumento delicado y sofisticado de la comunicación y la expresión de los pensamientos y las emociones más comunes o más recónditas del ser humano. Desde los sonidos y los ritmos tribales considerados como las señales más antiguas y primitivas de esa necesidad y capacidad creativa nuestra, hasta los acordes y las composiciones más complicadas, extravagantes, sofisticadas o incluso ruidosas de nuestro tiempo, la música sigue ocupando un lugar fundamental en nuestra vida cotidiana en todas las culturas y a todos los niveles sociales y económicos. Por lo mismo, la posibilidad de disfrutar de uno o varios conciertos de la hoy llamada Orquesta de Filadelfia, se convierte no sólo en un lujo indispensable como experiencia musical, sino también en un complemento necesario para el aprendizaje y la educación dentro de un congreso que trata sobre la salud mental, aprovechando la estancia en la ciudad sede de la orquesta, como una más de las opciones que se ofrecen. Fundada en el año de 1900, la Orquesta de Filadelfia adquirió su prestigio internacional bajo la batuta del maestro Leopold Stokowski a partir de 1912, quien la dirigió durante 29 años, hasta cederle el puesto al maestro Eugene Ormandy, quien mantuvo la calidad y el prestigio de la misma como una de las mejores sinfónicas del mundo, para luego pasar a manos de nuevos conductores hasta el presente. Sin embargo, describir una experiencia musical tan impactante como fue la de Electra con la Orquesta de Filadelfia, sería incompleta, al omitir mencionar y admirar el nuevo estuche en el que se envuelve esta sinfónica desde el año 2001, el bellísimo, sumamente moderno y funcional auditorio que es el Verizon Hall, todo un ejemplar arquitectónico formado por un polígono de cinco caras con aristas bien definidas, que en su interior ha sido diseñado como una especie de chelo enorme, cuyas ondulantes voluptuosidades de madera de caoba acogen y dispersan proporcionalmente las ondas musicales para hacerlas llegar con una excelente nitidez a todos los rincones del salón, en sus 2,500 butacas que lo conforman. A su vez, este auditorio forma parte de un flamante complejo arquitectónico que es el Centro Kimmel para las Artes Escénicas, una especie de plaza cultural que ocupa una manzana completa, cubierta por una gigantesca bóveda de cristal, acero y ladrillo que cubre y protege a dos edificios independientes, una plaza pública, un café y una terraza-jardín. Uno de estos edificios es precisamente el Verizon Hall ya mencionado, mientras que el otro es el Teatro Perelman, un auditorio más pequeño, con cupo para 650 butacas, utilizado para representaciones de teatro convencional, de danza o de música de cámara. En el techo de este último se encuentra ubicada la terraza jardín, con acceso para el público, ya que ofrece vistas del lobby o plaza pública y del café que se extiende entre ambos edificios, y que es un sitio muy agradable de reunión antes o después de las funciones y durante los intermedios.
Previo a su cambio al Verizon Hall, la sede de la Orquesta de Filadelfia se encontraba en la Academia de Música, considerada como el segundo más antiguo teatro de la ópera en Estados Unidos, construido en 1857 al estilo francés del Siglo XIX, un edificio que se mantiene en pie y se encuentra localizado a un par de cuadras del Centro Kimmel, que se sigue utilizando como auditorio para espectáculos de ballet y ópera que se presentan en esta ciudad. Me parece que en conjunto, la música, la historia y la arquitectura pueden combinarse armoniosa y maravillosamente en cada uno de nosotros, al formar parte de ese legado de arte y de creatividad que también nos caracteriza a los seres humanos, como elementos básicos y superiores de nuestra salud mental (Continuará).
