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NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

VAN GOGH, FILADELFIA Y LA PSIQUIÁTRICA AMERICANA

(VIGÉSIMA SEGUNDA PARTE)

Diciembre se está terminando: el 2012 está a punto de cerrar, y a pesar de todas las fatídicas y mágicas profecías o interpretaciones sensacionalistas, el mundo sigue en pie y al parecer, seguirá así por un rato. No cabe duda que diciembre como el último mes de nuestros calendarios, es un mes extraño y complejo, en el que se combinan una serie de circunstancias, tradiciones, ritos, creencias y expectativas que le confieren una pátina muy especial, en la que se mezcla lo religioso y lo pagano, lo mágico y lo racional, lo nostálgico y lo futurista, lo tecnológico más avanzado y lo primitivo más ancestral; la espiritualidad y el consumismo a sus máximas potencias, el amor y la generosidad con la mezquindad y la delincuencia; la amistad y la conciencia de ser parte de una familia y de una sociedad con la soledad y el aislamiento sin el sentido de identidad y de pertenencia; la exhibición más confrontadora de la riqueza y una abundancia a veces hasta presuntuosa, frente a la miseria y las carencias más dolorosas y dramáticas; la capacidad de confiar, escuchar, de dar y recibir, con la habilidad para engañar, defraudar, robar y traicionar; la fe y el altruismo frente a la desfachatez y las burlas públicas. Contrastes y más contrastes, que en realidad se enlazan unos con otros durante todo el año, como parte normal de nuestra esencia humana, pero que definitivamente y por múltiples razones que provienen desde nuestros más lejanos orígenes, se intensifican y surgen más visibles en este mes de diciembre, como el último latido del año, como la etapa final de un algo que se termina para dar el paso a otro algo que nos es desconocido y que por lo mismo estimula nuestra imaginación ya sea hacia las laderas optimistas de la vida o por el contrario, hacia el pesimismo y los malos presagios.

Obviamente, un mes como diciembre, con tan variadas series de contrastes, dilemas y conflictos intensificados, tiende a provocar entonces una variedad de emociones de todos tipos y colores, que sin necesariamente ser bipolares (un concepto, un diagnóstico o un insulto tan de moda en nuestros días) se alternan día con día con mayor velocidad de la acostumbrada en cada uno de nosotros, para casi producirnos lo que podríamos catalogar como una especie de "síndrome decembrino". Es casi como una especie de "locura" cubierta por un gran aceleramiento de todos nuestros ritmos, físicos y mentales, mezclada con altas dosis de ansiedad, de felicidad extrema, de grandeza o incluso de grandiosidad por un extremo, mientras que por el otro se puede caer en una profunda sensación de vacío, de futilidad y desesperanza, de fracaso y auto reproches, de tristeza y de culpa más dolorosos aún que los dolores físicos. Durante este estado de trance en el que aparecen uno u otro extremo o ambos coexisten paralelamente, se pierde hasta cierto punto la capacidad de pensar claramente y de tomar decisiones racionales, ante una visión demasiado optimista o demasiado pesimista del acontecer cotidiano. Y es precisamente en ese punto de nuestra jornada decembrina, cuando inconscientemente intentamos sosegar nuestros ánimos desbocados, canalizar nuestras altas o bajas energías y buscar a ciegas los caminos que se encuentran más a la mano. Es ahí entonces, cuando el alcohol y demás adicciones llegan a jugar un rol tan fundamental en nuestras vidas, como supuestos "medicamentos" catalizadores de nuestros estados de ánimo y nuestras ansiedades. Socioculturalmente, el alcohol se ve favorecido y estimulado al máximo, bendecido por la mercadotecnia de un cada vez más complejo sistema navideño que hemos inventado y que mejoramos año tras año, de manera que sus ventas, su consumo y sus consecuencias aumentan también considerablemente. Pero además del alcohol y la nicotina al igual que las drogas ilegales, también se intensifican otro tipo de adicciones o compulsiones como son a la comida, al consumismo y las compras, a los juegos de azar, a robar, a mentir; adicciones que intentan canalizar inconscientemente las más de las veces ese vacío existencial de nuestro "síndrome decembrino". ¿Será posible que en algún momento decembrino podamos tener la lucidez para detenernos, cuestionar nuestras conductas y canalizar nuestros impulsos y estados de ánimo de una manera más racional, creativa y productiva tanto para nosotros mismos como para los demás? Diciembre está punto de terminar, pero tenemos un año para recapacitarlo (Continuará).

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