EL ESTRÉS QUE VIVIMOS
Definitivamente, a pesar de la nueva tecnología en cuanto a computadoras y celulares, la radio y la televisión como medios de comunicación mantienen todavía un lugar de gran importancia en la educación y culturización de nuestro país, al ser accesibles a la mayoría de la población, desde los rincones más alejados y rurales hasta el corazón mismo de los centros urbanos, recorriendo las tan diversas áreas que se extienden a lo largo de la República. Por lo mismo, es también necesario tomar en cuenta y medir qué tipo de influencia ejercen sobre todos nosotros, al imponernos una variedad de experiencias y modelos educativos y culturales, que irradian a su vez diferentes niveles de estrés y ansiedad. Al igual que se mencionaba la semana pasada en lo que se refiere al tipo de información masiva que recibimos, algo semejante ocurre con el tipo de programación que surge a través de ambos medios de comunicación y que viene a llenar una gran parte de los huecos cotidianos del tiempo de ocio y de las necesidades de los mexicanos. ¿Pero qué porcentaje de tal programación se puede clasificar como específicamente comercial y dedicada en exclusiva a estimular la voracidad del consumismo? ¿En contraste, qué porcentaje de dicha programación está dirigida al ocio, a la diversión, al entretenimiento, a mantener los aspectos pasivos y relajados de un público al que no le inquieta mucho la calidad del material presentado, aderezado igualmente con toda clase de anuncios comerciales que se ingieren y digieren glotonamente en forma combinada? ¿Por otro lado, qué porcentaje de estos programas están dirigidos a la información en general, o más específicamente a temas políticos, académicos, deportivos, culturales o simplemente a chismes, rumores y superficialidades bendecidas y agradecidas por las necesidades y la curiosidad de públicos específicos? ¿A su vez, qué porcentaje de la programación está conformada por telenovelas, series, películas, documentales, historias de mayor o menor interés, de guiones más o menos elaborados y creativos, de mayor o de menor investigación histórica o profundidad psicológica y literaria que atraigan a tan diversos tipos de públicos? Podemos partir de la premisa de que en una u otra forma, toda esta programación es educativa, en el sentido de que influye fundamentalmente en nuestra cultura al modelar constantemente nuevos y variados estilos y patrones de vida, de pensamiento y de conducta que tendemos a imitar al identificarnos con ellos, aunque no necesariamente resulten benéficos ni provechosos. ¿Pero hasta qué grado somos capaces de reconocer y analizar dicha influencia, para determinar entonces qué tan positiva, favorable y útil resulta dicha experiencia educativa para cada uno de nosotros, o por el contrario, qué consecuencias negativas, perjudiciales y nocivas se derivan de la misma? Y a su vez, debemos considerar cómo es la personalidad, la inteligencia, la estructura psicológica, la madurez y la sensibilidad de cada individuo, de manera que sea capaz de darse cuenta de la forma en que repercuten en él o ella todas estas imágenes, argumentos e historias tan variadas. Es decir, que se trata de definir qué tan permeable o impermeable pueda ser a ellas y por lo mismo, qué niveles de estrés y de ansiedad le provocan, tomando en cuenta que varían para cada uno de nosotros. Al pensar en todo esto, podríamos también considerar que existe cierto tipo de programación educativa superficial y vacía que llamaríamos "chatarra" porque nos produce efectos negativos y perjudiciales, en los que se incluyen tales niveles de estrés, de ansiedad, o inclusive depresivos, en contraste con materiales más inteligentes, creativos, maduros, profundos y estimulantes, que nos ayudan a razonar, reflexionar en niveles más benéficos y verdaderamente educativos en el buen sentido de la palabra. Al igual que se decía la semana pasada en relación a la selección que hacemos de la información que deseamos recibir, lo mismo sucede con la programación que seleccionemos en estos medios de comunicación, según si deseamos una dieta apropiada y saludable, o una dieta "chatarra" potencialmente peligrosa para nuestra salud mental (Continuará).