Cada seis años se abre una posibilidad de cambio en el país. Nuestra cultura política está acostumbrada a que el arribo de cada Presidente de la República significa una reinvención del gobierno.
Así pasó el sábado con la asunción de Enrique Peña Nieto. Llega a la Presidencia con un margen de victoria de más de 3 millones de votos, pero con duros cuestionamientos a su legitimidad.
Así lo pareció entender en su discurso inaugural, cuando anunció reformas en algunos temas, como la educación y las telecomunicaciones, que han sido bloqueadas por sindicatos, monopolios y gobernadores señalados como sus apoyos para llegar al poder.
La capacidad de Peña Nieto para romper con actores políticos y económicos que fueron su soporte electoral está por verse. Pero su discurso marca un cambio de giro en políticas públicas seguidas por el gobierno de Felipe Calderón.
Con la expectativa de bajar la violencia, elevar la calidad de vida de los mexicanos y combatir la corrupción gubernamental, Peña Nieto tendrá una corta “luna de miel” ante la presión de entregar resultados rápidamente.
A nivel local, el gobierno de Peña Nieto enfrenta el reto de revertir el abandono que la pasada administración mostró hacia La Laguna. En seguridad, desarrollo económico e infraestructura, la Comarca enfrenta grandes desafíos que no han sido asumidos por los gobiernos locales debido a su deficiente planeación y mal uso de las finanzas.
Ejemplo de ello es que las promesas que hizo el nuevo presidente en su campaña son las mismas que hicieron los gobernadores en sus propias elecciones y que no han cumplido.
En seguridad, más de 3 mil homicidios en la zona conurbada durante el sexenio de Calderón muestran la magnitud del problema. En desarrollo económico, la sequía de inversiones agrava cada vez más el panorama de la región. En infraestructura, las obras retrasadas son la evidencia de la falta de atención.
Peña Nieto promete dejar atrás los mitos y los viejos modelos. Esperamos que pueda romper las resistencias para lograrlo.