En el sistema electoral estadounidense lo habitual es que un presidente en funciones consiga su reelección. Han sido pocos los casos en que esto no ha ocurrido. El simple hecho de que las encuestas muestren un posible resultado cerrado para los comicios de hoy es una mala señal para el presidente Barack Obama. Sin embargo, aunque en el voto popular la competencia está cerrada, Obama parece encaminado al triunfo en el colegio electoral, en el que cada estado emite un número determinado de votos. Al final éste es el único resultado que vale.
Obama fue electo presidente en 2008 como reacción a una crisis económica mayúscula. Los electores consideraron que el presidente George W. Bush y la Reserva Federal habían creado una burbuja inmobiliaria que, al romperse, arrastró a la economía no sólo de Estados Unidos sino de buena parte del mundo.
Bush no concibió otra respuesta a esta crisis que aumentar el gasto público e inyectar enormes cantidades de dinero sin respaldo a la economía. Quizá esta acción evitó que la caída de 2008 fuera mayor, pero ha redituado en una tasa de recuperación muy lenta. La economía estadounidense parece estar repitiendo la experiencia de Japón que, tras el rompimiento de su burbuja inmobiliaria y bursátil en 1991, ha permanecido en un estancamiento que no parece tener fin.
Obama prometió tomar medidas drásticas contra la crisis en la campaña de 2008, pero una vez en la Casa Blanca se ha limitado a preservar la fallida política económica de Bush. No sólo ha mantenido un gasto público enormemente deficitario, que está aumentando la deuda pública de manera vertiginosa, mientras que la Reserva Federal ha seguido creando dinero sin respaldo, sino que impulsó un nuevo y costoso programa de gasto gubernamental. El sistema de salud de Obama podrá ser todo lo bueno que se quiera, pero tendrá un costo de entre 100 mil y 200 mil millones de dólares anuales a partir de 2014 en un momento en que la prioridad del gobierno debería ser buscar una salida a una crisis provocada por una expansión de crédito y no encontrar nuevas formas de gastar el dinero público.
Para Obama la ventaja en esta elección es que se enfrenta a Mitt Romney, quien a pesar de haber sido un gobernador sensato y eficaz en Massachusetts ha asumido en la campaña posiciones excesivamente conservadoras. Si bien el mensaje fundamental de Romney puede ser correcto --que un país no puede aumentar el gasto público de manera indefinida si se está endeudando para ello con un rival como China-- sus cifras no cuadran: parece imposible compaginar sus promesas de reducir el déficit y la deuda con las de bajar los impuestos y subir el gasto militar.
Gane quien gane no se ve en este momento un cambio radical en la política económica de Estados Unidos. Esto significa que el país mantendrá un crecimiento moderado, difícilmente superior al 2 por ciento anual, en los años venideros, o hasta que alguien se atreva a hacer reformas de fondo, no para crear nuevos programas de gasto, sino para volver más competitiva la economía.
Las encuestas están lo suficientemente cerradas en este momento como para mantener la incógnita sobre el próximo presidente de Estados Unidos hasta bien entrada la noche. Es probable que veamos, de hecho, un resultado en que el voto popular se incline por un candidato y el colegio electoral por otro, como ocurrió en 2000. Sin embargo, los apostadores profesionales, que no se dejan llevar por la ideología o el sentimentalismo, le están apostando a Obama.
MARIHUANA
Los votantes de Oregon, Washington y Colorado decidirán también hoy si optan por legalizar la marihuana para uso recreativo. Cualquiera que sea su decisión, la prohibición se mantendrá a nivel federal, pero el voto podría iniciar un movimiento para la legalización de esta sustancia en todo el país.
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