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¿Obras?, las que escoja el gobernador

Ciudad posible

ONÉSIMO FLORES

El Gobernador de Coahuila tiene muchos instrumentos para impulsar políticas públicas. Controla a los diputados del partido mayoritario en el Congreso, por lo que su voluntad es prácticamente ley. Tiene acceso casi irrestricto a los micrófonos para colocar temas en la agenda. Tiene bajo su mando una amplia estructura burocrática, que sirve tanto para generar e implementar proyectos como para acomodar aliados y premiar a quienes ayudan a destrabar conflictos políticos. Sus proyectos tienen seis años para madurar, más tiempo que ningún otro funcionario electo en el Estado. Y como quedó de manifiesto ayer durante la presentación del Plan Estatal de Inversiones, tiene dinero, mismo que incluso durante la más astringente coyuntura económica puede canalizar discrecionalmente a los proyectos de su preferencia.

Los alcaldes, en cambio, son rehenes de su circunstancia. No existe la reelección, por lo que el futuro profesional del edil depende de la buena relación que construya con el gobernador. Los regidores, salvo contadas excepciones, deben su cargo al partido y al gobernador y no a la ciudadanía y al alcalde. El personal del Ayuntamiento vive inundado por demandas ciudadanas, y por lo mismo pasa más tiempo apagando incendios que planificando el futuro de la ciudad. Y los presupuestos municipales están prácticamente comprometidos para pagar nóminas y servicios, por lo que existe poco margen financiero para obras y proyectos estratégicos. Por estas razones, el municipio libre es tan real como un unicornio. Más allá de lo que digan nuestras leyes, la autonomía municipal está acotada por limitantes políticas, técnicas y financieras.

Esas son las reglas del juego. Los políticos que aspiran a las alcaldías lo saben y modifican su comportamiento en consecuencia. Trabajan para ganar popularidad, pero trabajan mucho más para ganarse la simpatía del gobernador. No son tontos. Saben que lo único más difícil que ser electos sin apoyo del gobernador es ejercer el cargo "por la libre", definiendo sus prioridades de manera independiente. Han visto como el gobernador puede financiarse con recursos municipales (como sucedió con los recursos del Programa Hábitat que le corresponden a Torreón), forzar decisiones que le corresponden al alcalde y a su Cabildo (como sucedió en Saltillo con los puentes o en Torreón con la Gran Plaza), absorber proyectos municipales (como pasó con el Bosque Urbano en Saltillo), ordenar cambios a los reglamentos del Ayuntamiento (como acaba de ocurrir con los horarios de venta de alcohol), o de plano condenar a un municipio "rebelde" a la inactividad (como sucedió en Torreón durante la gestión de José Ángel Pérez).

Bajo tales circunstancias, el evento de ayer parece verdaderamente mágico. Zim-zalabim: ¡Otro paso de desnivel para Saltillo! Abracadabra: ¡Un bulevar para Torreón! Supercalifragilístico: ¡$1,061 millones en obra pública en 10 municipios! Todos los astros se alinean con una sugerencia del gobernador. No ha terminado de leer su discurso, y todos asumimos que el Congreso autorizó el presupuesto, que los Cabildos modificarán sus planes de desarrollo urbano y otorgarán los permisos de construcción, que los alcaldes darán su visto bueno y que los ciudadanos nos daremos por consultados. Basta un anuncio del gobernador para que nadie cuestione la relevancia y conveniencia de estos proyectos. En Coahuila tenemos una democracia tan eficiente, que los consensos nacen en cuanto el gobernador decide.

Por supuesto que los proyectos anunciados son positivos, pero el evento de ayer debió causar decepción entre muchos alcaldes. No pueden externarlo, pues no es recomendable hacer enojar al jefe. ¿Pero qué no existe un proyecto de un Metrobús en La Laguna, parado por falta de dinero? ¿Qué no lleva meses el alcalde de Saltillo batallando para destrabar una negociación con los concesionarios del transporte público? Existen muchos proyectos municipales que requieren urgentemente del respaldo técnico, financiero y político que puede darles el gobernador. ¿Por qué no están en el Plan de Inversiones del Gobierno Estatal? ¿Y por qué el "Plan de Inversiones" cubre sólo un año y no el sexenio?

Hace algunos meses conversé con el exalcalde de León, Guanajuato, que implementó el SIT-Optibús, quizá el más exitoso proyecto de modernización de transporte público en una ciudad mexicana. Le pregunté cuál fue el elemento más importante de su estrategia. Su respuesta ilustra el contraste: "El secreto fue contar con el apoyo decidido del gobernador. Él nos ayudó a cambiar la ley, a alinear a los intereses que se oponían al proyecto y a financiar las obras. Sin su respaldo el proyecto sería un sueño todavía".

Pobres de nuestros alcaldes, obligados a aplaudir los proyectos de un gobernador que considera los sueños ajenos como competencia.

Twitter: @oneflores

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