La brutal ejecución de Najiba, una joven afgana de 22 años, perpetrada por su esposo que le pegó 13 tiros por la espalda después de que un juez tribal la sentenciara por adulterio, conmocionó a la opinión pública internacional, provocando que muchos reprobaran las costumbres musulmanas por propiciar asesinatos enmascarados de justicia divina.
Pero no sólo en Afganistán se cometen estos crímenes. En nuestra región el odio y la discriminación se están propagando a niveles alarmantes, ya sea por cuestiones de género, raza, etnia u orientación sexual y religiosa.
En República Dominicana fueron asesinadas más de 100 "Najibas" este año -casi 200 crímenes de mujeres por año desde 2005- por lo que 60 ONG exigieron ante el Congreso la semana pasada reformas penales para proteger a las mujeres y castigar a los violentos.
En la última década la violencia de género ha provocado un promedio de 2 mil 500 asesinatos por año en México producto de la violencia doméstica, trata de personas y de la esclavitud sexual, muchos de ellos cometidos cerca de pasos fronterizos con EU. Peor que los crímenes, que también son comunes en Centroamérica a niveles pavorosos, es que la mayoría de los casos permanece impune, ante la indiferencia de los Estados para investigar y procesar a los culpables.
La apatía de las autoridades es el patrón de conducta que encontró la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) como generador de un círculo de vicioso que motiva mayor violencia. La CIDH demostró que el odio y la discriminación sexual van en aumento y, como ejemplo, denunció casos de agresiones contra lesbianas en Estados Unidos; el asesinato de tres transexuales en Guatemala y Brasil; y el de dos homosexuales en Jamaica, país donde ya fueron ultimados ocho en los últimos tres meses.
Tanto la violencia sexual como la impunidad no conocen fronteras ni distinguen entre clases sociales ni sobre el nivel de desarrollo de los países. En el momento en que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos reclamaba mayores esfuerzos para combatir estos fenómenos, el cortometraje La guerra invisible, del documentalista Kirby Dick, denunciaba la inmovilidad de la cúpula del ejército de EU para detener las más de 3 mil agresiones sexuales que se cometen anualmente entre sus filas, entre casos de violaciones y acoso sexual.
Chile tomó el toro por las astas para combatir el odio y la impunidad. El presidente Sebastián Piñera promulgó el 12 de julio una ley que sanciona y aumenta las penas contra todo tipo de discriminación, además de aplicar multas y medidas de reparación para las víctimas. La ley, demorada en el Congreso por siete años, vio la luz después del asesinato en marzo de Daniel Zamudio, un joven que fue atacado por un grupo neonazi debido a su condición de homosexual. También esta semana Piñera creó la figura del "defensor de los niños", para dar respuesta a las 21 mil denuncias de abuso sexual contra menores de 14 años en 2011 que, según el gobierno, aumentaron un 22% en lo que va de 2012.
La discriminación no transluce sólo en el orden sexual. Esta semana el banco estadounidense Wells Fargo acordó pagar 175 millones de dólares de reparación por discriminar a negros y latinos en el otorgamiento de préstamos, en violación de leyes sobre equidad crediticia. En Miami, por ejemplo, por un préstamo de 300 mil dólares, el banco cobraba tasas de interés más altas y un promedio de 2.538 dólares más a un latino que a un blanco con la misma solvencia crediticia, lo que un juez consideró como un caso de "impuesto racial adicional".
En momentos que los contenidos xenófobos, antisemitas, raciales, de género se extienden por las aulas, estadios de futbol y por las redes sociales, no sólo hacen falta enérgicas leyes como la chilena o la que buscan los dominicanos para reprimir y disuadir a los violentos.
Para combatir la violencia que generan el odio y la discriminación también es necesario poner énfasis en la educación. Las leyes, las denuncias y las campañas ayudan, sin duda, pero cambiar el "ADN" de las generaciones futuras y comenzar a crear una nueva mentalidad y cultura basada en la tolerancia y el respeto por la diversidad sólo será posible si se instrumenta una buena educación desde la escuela primaria.
Periodista
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