Luego que empieza a menguar el ánimo exacerbado por la Olimpiada de Londres, es tiempo de analizar lo visto y hacer reflexiones sobre los avances del mundo; no me refiero a los económicos y sociales, sino a los del desarrollo del ser humano en la competencia contra sus propias debilidades y resistencias.
Vimos caer records mundiales y olímpicos, haciéndonos cuestionar: ¿hasta dónde seremos capaces de superarnos?; como ejemplo, recuerde que creíamos era un sueño mejorar los diez segundos en la carrera de los cien metros, tiempo que ahora es de 9.68.
Lo cierto es que, los mayores, vemos con especial admiración las proezas de los jóvenes, con nostalgia por los recuerdos de juventud y renovada fe en los humanos.
Pronto llegaron las sorpresas; así el norteamericano Michael Phelps, logró sumar 18 medallas de oro, -luego de tres olimpiadas- más que todas las reunidas por nosotros -sólo once- y más de las que muchos países han logrado.
La superación física es evidente, debido a múltiples factores que se reúnen para lograr un fin: ganar una medalla, de oro preferentemente. Piense que hay atletas que aún no alcanzan la segunda década de vida, dedicando la mayor parte de ella a prepararse para competir en una olimpiada: algunos sólo unos días, otros una cuantas horas y varios ¡tan sólo unos segundos! Al parecer vale la pena, aunque habría que preguntarles.
La tecnología aplicada al deporte; los adelantos médicos; los conocimientos en nutrición y su aplicación al desarrollo de cuerpos especializados por agrupaciones musculares; y los métodos de entrenamiento, han hecho que competir se transforme en concurso contra las limitaciones físicas. Hoy día, ya no nos emociona tanto saber quién va a ganar, sino que récord va a romper; ¡empezamos a pensar en términos de: Humanos!
También habrá que reconocer que algunos países, como los orientales, entre ellos China, han puesto en evidencia su superación y la vulnerabilidad de los EUA, que hasta Beijing, habían reunido 898 de oro.
Lo invito a que recordemos cómo han sido los antecedentes de los grandes imperios y las razones de sus caídas, que parecen tener similitud con el orden de la vida: nacer, crecer, madurar, multiplicarse y morir. Así le sucedió a Babilonia, Egipto o a la Roma Antigua. ¿EUA será la excepción?
En esta Olimpiada, la competencia entre China y EUA se dio día con día; luchando por alcanzar la punta en el medallero; al final, el primer puesto fue para EUA, con 46 de oro -8 más-. Nosotros, logramos sumar 1, cifra que no refleja nuestro potencial humano y sí nuestra desorganización y falta de responsabilidad en el deporte.
En días pasados, leí un análisis deportivo en el que el autor afirmaba que el sobresaliente desempeño de los chinos era algo de esperarse; fundamentaba su hipótesis en que representan al 19.4% de los habitantes de la Tierra, que les da mayor probabilidad estadística de tener entre sus nacimientos a superdotados en las diferentes disciplinas, siendo que, los norteamericanos, suman solo el 4.46% poblacional. También incluía otros factores, como los económicos y desarrollo tecnológico; sin embargo, me parece que hay algo más de fondo que debemos reconocer.
Si EUA logró 46 medallas -sólo consideremos las de oro- y China 38, entonces, conforme a esa hipótesis, las preseas deberían haber sido en otra proporción. Según esa lógica, México debiera haber logrado muchas más medallas. Le apunto: Kazajistán, con 16 millones de habitantes, ganó 7 medallas de oro. Proporcionalmente no dan las cuentas.
El resultado refleja otras realidades, entre ellas: el esfuerzo del pueblo oriental, que tiene valores tradicionales como: su entrega decidida a los objetivos, paciencia, prudencia y humildad; renuncia a los distractores; alto espíritu de sacrificio; y gran respeto a las instituciones y a las autoridades. En China, un viejo, maestro, médico o atleta, tiene reconocimiento y respeto, ganado con su esfuerzo honesto.
El desarrollo tecnológico no ha sido desatendido, recuerde sus lanzamientos espaciales o la industria automotriz. En cuestiones de metodología de entrenamiento no podían quedar atrás, aunque algunos hablan de sobreentrenamiento "despiadado", desde niños, para que alcancen sus objetivos. Si es así, las expresiones y rasgos de sus caras no lo evidenciaban.
Con ellos, los distractores no existen, aunque sí los permitidos por la necesidad de descanso. Usted compárenos.
De EUA, conocemos su potencial científico, tecnológico y económico, sumado a planes de trabajo con objetivos deportivos claros.
Para occidente, pareciera que las ventajas del desarrollo los han llevado a sus límites, no por sus capacidades naturales, sino por la distracción que les ofrece una vida de sobradas comodidades y translocación de valores humanos, sociales y trascendentes. ¿Usted qué piensa?
La juventud sigue dando muestras de capacidades esperanzadoras, haciéndonos sentir confiados de que ellos sí encontrarán mejores rumbos de calidad de vida. Y nosotros: ¿qué aprendemos?
ydarwich@ual.mx