Oran durante la noche
Por: Alejandro Granados, Berenice Ayala y Berenice Castro.
Iba amaneciendo en la Expo Bicentenario. Las porras y cantos le siguieron a las oraciones que hubo durante la noche.
Rosa Gales Anastasia, de 64 años de edad, salió de Tejupilco, Estado de México, a las 5 de la mañana con sólo 200 pesos.
Llegó a Silao a las 12 del mediodía del sábado y tras una hora y media de caminar pudo entrar a la zona E-13 para instalarse y descansar.
Durante el día, los feligreses estuvieron atentos a las transmisiones de los eventos del Papa; por la noche y la madrugada, la música religiosa y programas católicos fueron el entretenimiento para los peregrinos antes de rezar el rosario y la Hora Santa.
A Rosa le ganó el cansancio y no pudo rezar todo el Rosario, pero sólo bastó el último misterio para que fuera la mujer más animada en la hora Santa y hacer los cantos hacia Dios.
“Desde que me levanté, no quería que se acabara la oración, me dio mucha energía”, contó la mujer a las 5 de la mañana.
“Me traje mi mejor ropa y lo más bonito para ver al Papa y para que Diosito vea cómo me vine”, narró la peregrina al terminar de cantar.
Los 200 pesos que trae en su cartera los junta en 2 meses y medio, ya que no tiene un trabajo fijo, pero el saber que estará medida en sus gastos, en los próximos días no la limita en su fe.
La hora Santa y los cantos terminaron a las 5 de la mañana para dejar que los feligreses descansaran y así empezar una misa a las 6, a la cual estuvo atenta y escuchando las indicaciones del ensayo de los cantos para la misa que ofició el Santo Padre.
Toleran zona para acampar
La recomendación había sido clara: cero casas de campaña y cero sleepings, pero muchos asistentes hicieron caso omiso.
Los pasillo de la Zona A6, denominada Bambú, se convirtieron en dormitorios. A las 4 de la mañana, las bolsas de dormir obstruían el paso.
Sobre una rejilla gris, la casa de campaña de las Nájera Velasco, luchaba contra el viento.
“Es mucho tiempo el que vamos a estar aquí, no me dijeron nada”, contó Blanca de 32 años, que permanecía recargada en la valla de metal, velando el sueño de su hijo Javier de 6 años.
La carpa azul con naranja, sirvió para protegerse de frío que azotó casi al amanecer; a las 8 de la mañana la desarmaron.
“Lo que nos dijeron fue que la quitáramos, que para que no estuviera estorbando”.
Juan Diego Pérez Castellanos llevó su bolsa de dormir verde que guardó debajo de su silla.
“Es que me tocó ir al autódromo, cuando vino Juan Pablo II, y ya mas o menos sabía cómo era esto”, dijo Juan, quien llegó desde el viernes a las 3 de la tarde procedente de Guadalajara e instaló su campamento.
Un calvario por el Papa
El cerro anocheció y amaneció con gente. Cada jardinera y área del estacionamiento de la Expo Bicentenario estaba ocupada. Todos esperaban la misa del Papa. Todos esperaban escuchar su mensaje.
Abrigados hasta las orejas fueron llegando desde las 4 de la tarde del sábado.
Elena Aguirre comenzó su recorrido en la central camionera de León la noche del sábado. Junto con sus 3 hijos y 2 nietos hizo una fila de más de 30 minutos para subir a un camión que la dejaría al pie del cerro.
La fila de más de mil personas se retorcía como lombriz por toda la central para llegar a donde se abordaba el camión. El boleto le costó 20 pesos… decía que llegaba a la Expo.
Una hora fue el transcurso. Unos aprovecharon para dormir y otros para rezar. El camión llegó al kilómetro 9 de la carretera Silao- Guanajuato y se detuvo, de ahí había que caminar 2 kilómetros de colina.
Los camiones no dejaban en la entrada del Parque como Josefina Guzmán de 62 años pensó. La operación de su rodilla no le impidió motivarse a llegar hasta la entrada.
La subida no era lo difícil, pero sí pasar los 3 filtros de seguridad para poder entrar al Bicentenario. Primero recogían el boleto, después se pasaba por detectores de metal y por último se recibía una pulsera que daba el acceso.
Los que llegaron a las 11 de la noche entraron en 4 horas, como Zoila Flores García y sus 3 amigas de Romita. Se formaron a las 11:30 de la noche y a las 3:30 estaban dentro. Cuando se acomodaron en el piso, se quedaron dormidas. Querían descansar. Los que llegaron más tarde hicieron 5 horas y otros ya ni entraron.
En el transcurso de la noche comenzó a apretar el frío. Algunos fieles se enroscaron en cobijas como tacos, otros se pusieron a cantar y otros más a platicar mientras daban las 10 de la mañana. María Concepción Ruiz, de Ciudad Victoria, optó por quedarse despierta.
“No puedo dormir, el piso está bien duro, tengo frío y estoy incómoda, me duele todo. Mejor me quedo despierta para escuchar el ambiente”.
A las 5 de la mañana, la gente que se acomodó en el piso para dormir fue levantada como soldado: “A ver arriba ya todos, ¿no quieren a Jesús? ¡Pues párense!”, les dijeron.
“Nos prometieron que iba a haber sillas y cuáles, tenemos que acostarnos en el suelo y pa ‘acabarla nos despiertan”, dijo Justina Manríquez de 68 años, originaria de Abasolo.
A las 6:30 comenzó a amanecer y a las 7 de la mañana el sol hizo que todos guardaran las cobijas.
Minutos antes de las 10 de la mañana la gente comenzó a gritar cuando en las pantallas apareció el Helicóptero del Papa sobrevolando el Cubilete. Cuando aterrizó en la Expo y subió al Papamóvil la gente gritaba lo que podía.
Al término de la misa el recorrido fue el mismo: caminar y caminar hasta llegar a los autobuses de la Central en Silao. La gente salió satisfecha.