Un fenómeno que alimenta la vista de todos los mexicanos es el futbol. Semana tras semana, partido tras partido, hasta que llega esa celebración de un proceso largo, para la Selección Nacional que culmina en octavos de final de una copa del mundo, al terminar los 90 minutos, los tiempos extras o la tanda de penales. Se regresa a casa y se empieza un nuevo proceso de selección de un nuevo estratega nacional, porque el que estaba no cumplió con lo cometido, llegar al bendito quinto partido.
Antes de que cada 6 años se elija a un político para que sea el presidente de México, se realiza una campaña en la cual promete realizar cosas nunca antes vistas, reducir pobreza, crear empleos, mejorar la condición de vida de los mexicanos, entre otras. Al ser electo, dicho candidato comienza su travesía como presidente y, como sucede, no cambia nada y los resultados son los mismos.
El director técnico llega después de un fracaso de su homónimo anterior. El presidente llega después del incumplimiento del otro. El DT empieza a elegir a su cuerpo técnico. El mandatario trabaja con su gabinete. El entrenador comienza eligiendo a sus jugadores y comienzan los juegos de preparación, las concentraciones, y comienza desde cero. El presidente llega a la silla su gobierno va tomando asiento y comienza desde cero. Llega el día de la verdad para el entrenador y se dirige al Mundial, disputa la ronda de grupo, pasa a la siguiente ronda (octavos de final) y ve a su monstruo de mil cabezas y fracasa. El presidente llega a la etapa madura de su gobierno, los 3 años y se ve frente a las críticas de los pobres resultados de su administración, la etapa de continuidad se ve amenazada por las incesantes críticas y se analiza los puntos buenos y malos de los que están en el poder.
Alguna vez a Miguel Herrera, actual entrenador del América, le cuestionaban en una entrevista para ESPN sobre la tecnología y repetición de jugadas polémicas; dijo que en México iba a ser muy difícil verlo; el árbitro tenía que aceptar su error en la jugada, y por ende tenía que repetirse o anular su fallo. Dijo que para que un mexicano aceptara que había cometido un error tendría que suceder algo fundamental y aceptar que otra persona tenía la razón.
Comenzar desde cero implica que el que estuvo antes no realizó de manera satisfactoria su trabajo.
No le damos continuidad quizá al poco buen trabajo que realizó el anterior, entrenador y presidente; empezamos desde cero y se crea un círculo vicioso que nos deja exactamente donde comenzamos, con un nuevo entrenador y con un nuevo presidente. Sin nuestro tan ansiado quinto partido, y sin el México que nos prometieron.