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ORDENANDO EL CAOS

POR DÓNDE HACEN PIPÍ LOS ELEFANTES

Miren de las cosas que uno se entera con la nueva televisión de paga. Sabemos por dónde hacen pipí las arañitas, cómo se rascan el lomo los elefantes, por qué se enredan los alces con sus cuernos, cuánto viajan los pingüinos, por qué atacan los cocodrilos, pero salimos de casa y pisamos a la primera hormiga capaz de cruzar nuestro camino.

Ningún programa ha logrado que los animales recuperen sus espacios, nosotros nos seguimos sintiendo desplazados, no sólo por las bestias, sino por cualquier expresión de vida natural. Demasiados árboles para construir una bonita casa son escollo. En esas situaciones, se talan cien troncos y, a modo de tranquilizante de conciencia, se plantan dos o tres para dar una buena sombra y colgar la hamaca. Es malo el cuento, pero, al menos, es el resultado de un raciocinio sobre las posiciones dentro del planeta, pero hay sitios donde ni siquiera se detienen a la reflexión, como en la escuela.

Sí, hablo de la educación púbica. Les cuento esta triste historia de la vida real: un niño de primer año comunica a su profesora que tres compañeros de otros grados están "haciendo sufrir" a un árbol del patio, pues le jalan las ramas y cortan las hojas. La profesora, ocupada en lidiar con otros 40 chiquillos, escuchó la queja una, dos y tres veces. La cuarta fue demasiado y decidió poner manos a la obra. Le dijo al niño que no se preocupara más: habían mandado cortar el árbol. Dudo mucho nadie haya vuelto a insistir para proteger planta ninguna en esa escuela.

La lucha por la justicia para los elementos de la naturaleza es solitaria. Esos valientes investigadores que aparecen en televisión -más un montón de anónimos- son héroes sin ejército, excepto el pasivo, conformado por millones de personas apoltronadas en nuestros sofás viendo cómo, por un accidente de la metodología, un cocodrilo murió mordisqueado por un hipopótamo. Recuerdo que este documental el científico acabó bañado en llanto y estuvo a punto de abandonar el proyecto por un remordimiento que lo dejaba en paz.

¿En dónde nos da el remordimiento por los animales, los árboles, los ríos? Creo que la evolución jugó a la Madre Natura una mala pasada.

  Por: Dalia Reyes

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