Algunos conocen mi mucha inclinación por la química. Los azares -y los azahares también- no me dejaron continuar mi anhelada carrera científica; sin embargo, la afición por los textos divulgadores persiste en mí y, a menudo, caigo en la tentación de dar a saber mis reflexiones sobre tópicos más de Einstein que de mi persona. Hoy, comparto estas reflexiones traídas de los cabellos pero muy entretenidas sobre mi conclusión de lo radiante. Ahí les va.
La radiantez es una muy clara manifestación de la presencia de una hormona que secreta el ser humano. Largos estudios me han llevado a concluir lo siguiente: producto de una fuerte y profunda provocación, la hormona activa el torrente sanguíneo y da colores variados al cuerpo del afectado. Suele darse cuando los estímulos visuales, olfativos, auditivos o táctiles, aunque hay una línea respecto de los estímulos gustativos sin investigar.
Falso que sólo se presente en las personas del sexo femenino: también los caballeros la padecen, sin embargo, por razones desconocidas tratan de disimularlo mimetizándose con el objeto más cercano, así toman repentinamente tonalidades de sus ropas o de las cercanas -cuando carecen de ellas entran en conflicto de tonalidades y sufren una desazón que se manifiesta en la mirada-.
Lo más curioso del padecimiento es lo siguiente: los afectaos no desean ser sanados, aseguran que la radiantez produce en su interior una sensación encontrada, que lo mismo los lleva a la risa que a la melancolía, manifestada de muy diversas formas. Considero, científicamente hablando, que no es conveniente que anden tantas personas radiantes sueltas por ahí pues pueden perder la razón repentinamente y atacar a los causantes de tal efecto sin medir tiempos ni espacios. Aún trabajo en algún sistema de control. Por lo pronto, sé de cierto que colocar a los afectaos frente al "ser-cosa" causante de su desazón los lleva a una pasividad controlada y feliz.
Confío en su discreción, damas y caballeros, y les requiero no divulgar antes de tiempo los resultados de mis investigaciones, menos aun cuando debo confesarles que yo misma me he sometido a la afección con tal de conocer sus síntomas y digo, con mucha pena, que es una maravillosa enfermedad fácilmente contagiosa. (dreyesvaldes@hotmail.com).