Hemos estado ocupados los últimos 500 años en encontrarle sentido a la vida, como si la vida lo tuviera por sí misma y no fuésemos nosotros quien la amasamos a placer y a dolor. Cuando de plano no le hallamos la orilla, nos pescamos fuerte de frases sabias dichas por grandes hombres y grandes mujeres: Ortega y Gasset, dijo, que somos según nuestras circunstancias; Hofstadter estudia cómo nos convertimos en un pedazo de materia que piensa en sí misma. Pero yo me quedo con la mejor, cantada por Marysol: la vida es una tómbola, tom tom tómbola.
¿Y la tristeza, comadre? Preguntarán. Radica justo en ello: el ser humano, tan avanzado él –yo soy una ser humana- supo registrar las barbaridades cometidas en el pasado por nuestros tatatarabuelos, pero de muy poco sirve porque ninguna es lección aprendida. Bien podríamos encumbrar a Julio Iglesias por la enorme verdad de “tropecé de nuevo con la misma piedra”… y con el mismo pie.
Me vino la tristura ayer, cuando leía a Efraín Huerta, y no me quedó más remedio que desahogarme con ustedes y pasarles, al costo, el motivo y la razón de tan tristes reflexiones. El hombre escribió “Avenida Juárez” en 1956, y como si hubiese sido zahorí, parece describirnos a pie juntillas 56 años después.
Uno pierde los días, la fuerza y el amor a la patria el cálido amor a la mujer cálidamente amada, la voluntad de vivir, el sueño y el derecho a la ternura; uno va por ahí, antorcha, paz, luminoso deseo, deseos ocultos, llenos de locura y descubrimiento y un no sabe nada, porque está dicho que uno no debe saber nada como si las palabras fuesen los pasos muertos del hambre…
Hay en el aire un río de cristales y llamas, un mar de voces huecas, un gemir de barbarie, cosas y pensamientos que hieren; hay el breve rumor del alba y el grito de agonía de una noche, otra noche, todas las noches del mundo en el crispante vaho de las bocas amargas. Se camina como entre cipreses, bajo la larga sombra del miedo, siempre al pie de la muerte.
Y uno no sabe nada… Efraín Huerta, como yo, recuperó intermitentemente este amor a la patria que, como dijera Cavafis, lo llevaremos siempre a cuestas. Estoy triste, pues.
(dreyesvaldes@hotmail.com)