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ORDENANDO EL CAOS

PONGAMOS NUESTROS HUEVOS

Por: Dalia Reyes

No tienen idea cuánto soy aficionada a la cocina… y a la comida -no, señoras y señores, estas carnes no son obra del Creador-. Dedico una parte importante del tiempo a grabar, en mi deteriorada memoria y en mi cuadernito, esas recetas secretas confesadas a millones de personas vía canales de televisión especializados en señoras que no podemos estar en casa todo el día, pero soñamos con hacerlo tras la jubilación; en mi caso, puedo medir el tiempo con precisión: cuando ya no pueda ir al súper a comprar los ingredientes.

Sin embargo, algo me disgusta en los programas matutinos. Cierto, dan el santo y seña de cómo preparar platillos tan variados como un par de huevitos estrellados y hasta un carpaccio de langosta azul, mas cuando los escucho, siento que en cualquier momento me aparecerá un código de barras estampado sobre el brazo que, cabe mencionar, me cabría uno bastante ancho y visible.

Digo lo anterior porque, respecto de los objetos usados en esos canales gourmet, todos tienen un tajante propietario quien recuerda, a cada instante, que nada es libre en este mundo. Por ejemplo: si el platillo incluye sal, agua y huevos, a la hora del procedimiento la indicación no es simplemente agregarlos, así, impersonal. Hombres y mujeres dirán siempre así: ahora, agregamos nuestra sal, vertemos nuestra agua y ponemos nuestros huevos. Bueno, esos conductores se me figuran cualquier Nerón en circo romano pidiendo que nuestros leones se traguen a nuestros esclavos.

Y miren esto, algunos transitan a formas mediáticas más demócratas, como los arriba descritos, y se refieren en plural, con un claro sentido de inclusión hacia el televidente. Quienes así lo hacen, por lo menos acarician la democracia, pero muchos otros acaban sazonando la sopa con "mi sal", poniendo a ebullición "mi agua" y batiendo "mis huevos" hasta dejarlos muy lisitos. Más egocentrismo y megalomanía no podrían verse ni escucharse.

Es decir, como cocinera amateur pero amorosa, preferiría lo impersonal, para evitar suspicacias, así uno acaba por decidir de dónde toma el agua, a quién le pide la sal y qué productos avícolas pone a punto.

Tildarán esta postura como una fijación por la inclusión, la igualdad, la tolerancia, en fin. Les juro que no, es pura medicina preventiva para evitar que una ande agarrando las cosas equivocadas pues, no lo negarán, el discurso se pega y no faltará señora alguna quien vaya con su vecina a pedirle prestados sus… qué se yo.

(dreyesvaldes@hotmail.com)

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