Se acostumbra volver los regalos cuando los matrimonios duran muy poco tiempo. Cada sociedad tiene sus propios parámetros: menos de un mes, menos de un año y párale de contar, porque no imagino el estado de una vajilla cuando una pareja se divorcia a más de doce meses del casamiento, sería una escena muy trágica si fue por una relación violenta; por lo menos, el regalo tornará incompleto.
Tengo una buena noticia para todos los padrinos y ragalones a quienes se les altera cierta hormona cuando se enteran de un matrimonio efímero. Una tía lamenta, desde hace 50 años, la bella tetera que regaló a Mary, quien escapó con su cuñado apenas 15 días después de su boda. Años después de la "tragedia", la tía fue a visitar al "viudo" y ella vio el traste muy pulido y puesto en medio de la vitrina. En cuanto el hombre descubrió la mirada de la mujer fija el objeto, hizo una tajante aclaración: "Pues aquí le tengo guardada la tetera a Mary, por si viene a buscarla, luego ¡usted no sabe! se pone muy brava".
Las venturosas nuevas consisten en hacerles saber que cada regalo, sea cual fueren su dimensión o precio, ayudará siempre a dos personas en su vía por descubrir si ése o esa consorte era lo correcto en su vida… o no. No hay manera de saber cómo es un matrimonio en tanto uno no se case. Dirá la gente de los noviazgos largos y las uniones libres interminables, que son convenientes, poco recomendadas, bonitas, riesgosas, apasionantes, rutinarias, relajadas, hastiantes. Serán lo que ustedes gusten y quieran, pero no un matrimonio.
No es fácil, compañeros, diría don Ramiro. Hay que tener valor para comprometerse de por vida, y donde que ésta a veces es bien ladina y se empeña en alargarnos la existencia sin saber si estamos cómodos o no. Se los digo porque sé: luego de llevar una pareja sin compromisos legal, tomar la pluma y estampar la firma nos lleva a hacer un recuento de la vida entera y, al igual que los condenados, poner nuestra existencia en manos del creador.
Algunos descubrimos que, ciertamente, hay un limbo, pero luego aparece el paraíso; otros se encuentran con un mundo diferente al de Alicia y sus maravillas, pues erraron el camino y tomaron por el de Dante y su laguna estigia. Pero sólo se camina andando, dice don Juan Manuel Serrat, y para eso hace falta que padrinos y regalones unan sus manos -y las ollas, las toallas de "ella y él", el micro, las sábanas, etc.- para armar entre todos una casa sostenida por el buen deseo de salir avante en la misteriosa aventura de estar casado; ya luego Dios dirá.
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