Me niego a ser explícita. Es inútil e innecesario. Solamente haré una lista delatora por demás sobre las muchas diferencias que siguen haciendo las personas con nosotras las pobres e indefensas mujeres, quienes debemos dedicar una tercera parte de la vida a mantenernos impolutas, pintadas y lampiñas. La otra tercera parte, la invertimos en ponernos fondo y pantimedias, y el resto, a encontrar la forma de evitar estar impolutas, pintadas, lampiñas, con fondo y pantimedias.
Esto es sólo una muestra pequeña de la terrible realidad que nos vasalla, de modo y manera que son bienvenidos sus agregados.
Cuando entramos en cierta edad, ellos interesantes, nosotros avejentadas.
Si medimos más de 1,70, ellos altos, nosotros grandototas y robustas.
Si el cabello se torna blanco, ellos interesantes, nosotras canosas.
Cuando la barba es cerrada, ellos súper sexis, nosotras sin depilar.
Si se requieren anteojos por la vista cansada, ellos intelectuales, nosotras cuatro ojos, de poca vista y sin dinero para pupilentes de color.
Si aparecen los señores con un pantalón sucio de grasa y tierra, ellos trabajadores, nosotras fodongas.
Cuando empiezan a marcarse ciertas zonas del abdomen, ellos se tornan musculosos por boludos y nosotras con urgencia de una lipo.
Unos zapatos masculinos enlodados son prueba de cierto parecido a Indiana Jones; nosotras somos la réplica de Carmen Salinas en su papel de La Coyota, un icono para la mujer populosa.
La gorra con visera en ellos es una prueba de su esencia deportiva y acción, en nosotras es sospecha de que no pudimos aplacar el pelo y andamos sin bañar.
Estar mucho tiempo frente a la computadora es en ellos una prueba de cómo se adaptan a las nuevas tecnologías, en nosotras es adicción a las redes sociales y un intento por evadir la realidad.
Si andan despeinados y sin fajar, es que son unos genios pensantes; nosotras no merecemos ni el mote de María la del Barrio, quedamos entre Juana liachos y ser en profunda depresión.
No hay remedio, señoras y señores, todo esto deja en claro lo muy poco que hemos recorrido en el camino de la igualdad. Bueno, a estas alturas ya no quiero ser igual, me bastaría con volverme invisible a fin de no ser juzgada con tanta parcialidad.
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