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ORDENANDO EL CAOS

SU BELLEZA Y MI SABER

Por: Dalia Reyes

Nadie podría negar lo siguiente: me parezco mucho a Einstein. No, señor, no sea usted afrentoso: me refiero a cosas más profundas que a ese cabello indomable y rebelde tan característico de ambos.

En realidad, tampoco deseo abordar nuestra cualidad de boquiflojos que nos aleja de puestos públicos, cargos honorarios y becas vitalicias. Es conocida su anécdota referente a una tan bella como insustanciosa dama quien le hizo proposiciones indecorosas al científico, todo con la esperanza de parir un vástago tan inteligente como él y tan gilí como ella. El hombre respondió apegado al riesgo contrario de encontrarse con un ser tan bobo como la mujer y tan feo como Einstein.

En conclusión, ya adivinaron cuánto mi honestidad me ha alejado de un montón de beneficios y prebendas que podría traerme la adulación, pero estoy negada al hecho. De ninguna manera aludo a lo poco agraciados como la naturaleza nos echó al mundo. Se trata de una coincidencia académica: los dos fuimos alumnos reprobados en las asignaturas que luego nos darían de comer.

Entre otras cosas, los sitios en Internet publican acerca de una cabeza tan grande al nacer que se pensó tenía una deformidad; su memoria deficiente (aunque yo creo que era selectiva), su odio hacia la ciencia ficción, no usaba calcetines y reprobó más de un examen de matemáticas, incluido uno para ingresar a la universidad.

Claro está, yo aún espero el momento cuando estalle mi genialidad como le pasó a él, pero puedo recordar con detalle cuántas veces reprobé mis exámenes de Taller de Lectura y Redacción en el Tecnológico, cuando cursaba la preparatoria. A veces era por la mala letra; otras, porque el profesor estaba cierto de mi esencia plagiaria pues no daba crédito a las historias escritas para cumplir con la tarea.

La mala letra traté de corregirla con tres cursos de dibujo técnico; con la sospecha de mi profe nada podía hacer. Los cursos de dibujo muy poco, o nada, pudieron hacer por mi escritura, pero la duda sobre mi autoría en reflexiones y cuentos sí hicieron bastante: me hicieron estar segura de lo mala que yo era para esos menesteres. La consecuencia: perdí años preciosos para iniciar mi carrera en las letras.

Padres y profesores del mundo: les hago un llamado a la confianza y la apertura. Hay muchos niños que no pronuncian bien la "r" pero eso no es prueba suficiente para descartarlos como buenos oradores. La mala letra es un área de trabajo, pero alguien hasta se puede convertir en escritor… al cabo ya existen las computadoras.

Quienes tenemos una grafía terrorífica, dicen los sicólogos, somos seres pensando un montón de cosas sin pausa medibles. No lo sé de cierto, pero si estoy segura que tras una aparente deficiencia en los niños, hay una gran oportunidad. (dreyesvaldes@hotmail.com)

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