Nunca falta un alma bien intencionada, samaritana ambulatoria, quien insista en mantener un matrimonio ajeno sin separación de cuerpos -por usar el término legal-, con argumentos válidos para la sociedad pero gastados para el individuo.
Algunos incluyen en la lista, todavía, el qué dirán. Pero más allá de esos prejuicios, se mantiene en el hit parade unarecomendación para seguir juntos: el de un amor acumulado, alimentado por circunstancias complejas, llevadas en común, años ha.
He conocido personas cuyos matrimonios terminados llevaban diarios escritos con aventuras reales, en donde debieron salvar no sólo el vínculo sino la vida misma y, sin embargo, acabaron por separarse. ¿Qué pasó? Pasa que no es un sentimiento acumulable; en todo caso, lo que se alberga en una pila de razón es el agradecimiento.
Una amiga mía, quien es jueza, me contó de la gran cantidad de divorciados después de los 30 años de matrimonio. "Sólo esperan a que los hijos hagan su vida; entonces, cada quien toma su camino, porque sienten que no hay nada que los una", explica, y eso me lleva a pensar cuánto el amor es más una reacción química veleidosa y diferente en un organismo y en otro.
Hace unos días apareció una noticia referente a dos tortugas ancianísimas y obcecadas por seguir cada una su tortuguil vida de forma separada. Los cuidadores del zoológico insistieron en mantenerlas unidas; hasta procuraron la reproducción suministrándoles afrodisiacos… y nada, de plano se mordieron y dijeron "bye".
En seguida les transcribo un párrafo de la noticia:
El matrimonio más antiguo del mundo animal parece haber terminado. Las tortugas gigantes Bibi y Poldi se niegan a seguir compartiendo su jaula en un zoo austriaco. "Tenemos la impresión de que ya no soportan verse", dijo Helga Happ, directora del zoológico localizado en Klagenfurt. "No sabemos la razón por la cual han decidido separarse", aseguró Happ al diario Austrian Times. La hembra fue la que dio el primer paso en la ruptura. Los cuidadores se dieron cuenta de que ya no podían convivir cuando Bibi atacó a su compañero, mordiéndole parte del caparazón. Cuando los ataques continuaron, Poldi fue trasladado a otra jaula.
¿Qué tal? Los empleados seguirán preguntándose la razón sin obtener una respuesta. Primero, porque, asumimos, la tortuga no habla idioma alguno; segundo, porque sí. Ya se ha visto cómo de pronto una emoción se trastoca por la contraria y no necesita de una razón consciente para la escapada, ni siquiera puede acusarse a Bibi de tener una aventura.
La moraleja: vivíamos el amor en toda su magnitud porque, sin decir agua va, puede transformarse en rechazo; demos cuantos besos sea posible antes de empezar a repartir mordidas, quizá, al final de nuestras vidas, seamos capaces de mostrarle a ese sentimiento tan tirano que nosotros somos mucho más tenaces.
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