Sólo Cleopatra pudo jactase de poder hacerlo con decoro. De Liz Taylor tengo mis reservas, porque los trucos de la actuación son muchos y ande usted a saber si los accesorios usados por la mujer en la película eran sobrepuestos, dibujados o pegados con resistol y cola loca.
Ahora son, incluso, usados por algunos hombres; asumo se trata de alguna manda hechaa San Fermín, pues llevarlos en la cabeza es una real y tangible tortura Considero, muy en serio, que esos aditamentos fueron creados para chicas extraterrestres.
Si las terrícolas tuviésemos cabeza con forma ovoide y una protuberancia en la parte occipital, pues vaya y pase, las cosas serían muy distintas. Pero con la testa más bien circular y cóncava en la parte posterior, es imposible llevar con decoro una diadema.
La televisión presenta a mujeres bellísimas haciendo ejercicio como locas con una diadema blanca inamovible. Los catálogos las ofrecen en lucidas formas sobre la cabeza de modelos estáticas, como si las hubiesen bañado de fijador para el cabello. ¡Se ven tan lidas que no podemos resistirnos!
Yo tengo un cajón lleno de ellas -de las diademas, no de las modelos-. Las hay de tela en colores, sabores y texturas muy variadas; las plásticas y rígidas fueron exiliadas de mi vida cuando noté cómo mi cráneo tomaba cierta forma triangular por la presión lateral ejercida.
El problema con estos accesorios para el cabello es su muy poca confiablidad, solidez y seriedad. Todo esto por las traiciones numerosos que han hecho a mi persona: salgo por la mañana con ellas colocadas como Dios manda; pero al llegar a mi destino ya están escurridas en la parte posterior, haciendo un mal nudo y una muy dudosa cola de caballo. En otros casos, aconteció que, sin darme cuenta cómo, de pronto padecí un estrangulamiento impensable porque, en un arte de prestidigitación, pasó la diadema de mi cabeza a mi pescuezo. El argumento: "ah, sí, es una moderna gargantilla" nunca fue muy creíble para quien preguntó por mi extraño outfit.
No le encuentro sentido tener que tapizarnos con pasadores con tal de mantener en su lugar la banda. Además, para su mejor lucimiento, hemos de pasar dos horas en un alaciado con volumen superior para no emular una palmera recién podada.
Vamos, quedó claro cuán difícil es llevar una diadema sin ser Cleopatra, la de a de veras; de Liz ya hablamos mal y de la Jolie, con todos mis respetos, no le cabe el honor de hacer ese personaje, mucho menos le cala bien la prenda.
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