Hay expresiones autosuficientes, se bastan para transmitir mensajes interminables. "Querer de a de veras", "Lo quiero todo", "Quiero con él". Sin embargo, las formas negativas que involucran el verbo nunca llegan a ser tan evidentes; "no quiero de eso" me sirve como ejemplo para demostrarles lo laxo del mensaje. Pero laxo y todo, dejaré muy claro lo mucho que no quiero de lo siguiente.
Escuchamos, hace algún tiempo, respecto de la muy elevada suma pagada por un oriental, con el único fin de que el autor de los dibujos animados "El correcaminos y el coyote" hiciera un episodio en donde, por fin, el cánido diera alcance al ave ladina. Logró su cometido; claro está, el cheque no alcanzó para impedir que se repitieran hasta el cansancio los intentos fallidos.
Lo mismo haría yo si tuviese los fondos suficientes -pero ni siquiera de los referidos a las enaguas acabalo- para lograr que, en las telenovelas mexicanas, la chica de la historia no mire como extraviada, el chico de la pantalla no embarace a la primera y la mala sea un poco menos bella.
¿Qué necesidad, díganme ustedes, tienen esos jovencitos de casarse con una fulana a la que detestan, cuando quieren a la otra, con todo y su cara fatua? Además, no puedo entender la urgencia de contraer tantos matrimonios cuando la unión libre es muy chic en estos tiempos.
Lo peor del caso es que la mayoría de esas bodas son resultado de una noche adormilada. No, no caballeros, no podríamos mencionar la palabra pasión, porque las niñas malas hacen de algún modo para que los galanes caigan en brazos de Morfeo y se crean que hicieron cuantas hazañas las malvadas cuentan, aunque ellos no se acuerdan ni del barman ni del bar. Yo, por más que lo intento, no puedo dormir a mi viejo ni para pedirle un préstamo a su cartera, y he usado desde Tonaya hasta Buchanans.
Los caballeros de telenovela tienen, además, un tino excelentísimo para procrear bebés con las damas equivocadas; aunque también sucede que hacen bebés equívocos con las damas malcriadas, porque a cada rato inventan embarazos de almohada que cualquiera creería, digo cualquiera que desee ser protagonista en semejante papelón.
Hay una serie de acciones enervantes en las telenovelas, capaces de crecernos una histeria en nuestro ser más profundo, pero el precio de cambiar la historia sobrepasa nuestras posibilidades para soñar.
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