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Ordenando el caos

LA MITAD MÁS GRANDE

Por: Dalia Reyes

¡Vieran cuántome gusta el alfajor! Íbamos desde niños a la feria y, además de un llaverito, mamá nos regresaba con una rebanada flaca de esa golosina bicolor que mucho nos sirvió a mis hermanos y a mí para aprendermatemáticas, pues hacíamos muy interesantes transacciones para quedarnos, unos, nada más con los pedazos rosas y otros, con los blancos.

¿Se han fijado que la parte blanca es más grande que la rosa? Será, creo, por ahorrarse colorante los dulceros. Esa cualidad del postrecito lo hacíamás atractivo pues, ya sabemos, siempre hay un gandalla en la familia y acaba por engullirse la mayor parte, que no era poca cosa si consideran ustedes que sumamos ocho los Reyes Valdés.

Enfurruñados o no, quedábamos medio de acuerdo, unos por recibir lo justo, otros por ser justamente unos ignorantes de las divisiones, multiplicaciones, sumas y restas, pero dábamos nuestra venia a los demás y nos ocupábamos de comer nuestro alfajor en tanto los voladores de Papantla bajaban, sin precipitarse, de ese palo interminable.

Mientras fui la menor –y la más zopenca- insistí cada vez en que partiéramos a la mitad los dulces y a mí me tocara la mitad más grande. Los mayores soltaban la carcajada y yo ponía cara de moño, pues no entendía el motivo de su burla; aún no sabía del término democracia, pero me resultaba mejor para quedar todos contentos… por lo menos yo.

Pasaron casi dos décadas y sigo comiendo alfajor. Ahora me lo zampo yo solita -lo blanco y lo rosa-, y luego me queda un gran remordimiento, porque no es un acto democrático para nadie, aunque la estadística diría que cada uno de los mexicanos consumimos un mendrugo de alfajor al año, así sea yo quien me quede con 2000 calorías más.

Pero las estadísticas son así. Pongamos por caso que en una elección nacional el ganador lo haga por apenas cinco puntos más que el anterior; la democracia numérica dirá, con claridad, cuánto se atendió la decisión de la mayoría, pero ésa es una mayoría muy chiquita, cuando en realidad, para que uno sea comandante, necesita que le crean y confíe en él la mitad más grande.

¿Ya ven como no es lo mismo democracia que satisfacción? Por eso el asunto del alfajor nunca nos dejó del todo contentos, y yo siempre tuve la razón. Así que pediré una reforma para todo lo que sea repartición: cuando en una contienda, cuyo ganador vaya a decidir nuestros destinos, se tome la decisión de la mayoría, que no sea mayorititita, sino la mayoritotota, porque de este modo muchos nunca probarán lo rosa del alfajor.

dreyesvaldes@hotmail.com

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