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ORDENANDO EL CAOS

YO NO SOY CASILDA

Dalia Reyes

Yo podría ser, en verdad, una caricatura. Mi nombre, al fin y al cabo, resultó de las tiras dominicales publicadas en periódicos, años ha, en mi ciudad; mis alumnos me llaman Mafalda por el cabello y, cuando me veo en el espejo, por alguna razón viene a mi mente Hermelinda Linda, la de Aniceto. Ah, pero eso sí, nombre de telenovela, jamás.

Un hermano postizo que yo tuve se llamó José Francisco Javier; todos le decíamos "Totopo". En la vida real no es difícil encontrar personas cuyo bautizo implicó por lo menos un par de horas en tanto el sacerdote terminaba de nombrarlo para que, al recibirlo en el cielo, no esperaran a tres personas sino a una. Pero una cosa es llamarse y otra que nos llamen, es decir, ni siquiera a la "Criada bien criada" la nombraban completo -Inocencia de Lourdes de la Concepción y Escarabarzaleta Pandeada Derecha-, bastaba con Inocencia para saber a quién se referían.

Pero en las telenovelas no tienen llenadera, cada vez son los nombres más largos y el tiempo invertido en llamar a la gente, multiplicado. Invariablemente, nos encontramos con un José Alberto, a quien nada les costaría decirle "Pepe" o "Beto". Ni Dios lo quiera, porque no lo reconocería San Pedro, y de ahí que la madre actriz ocupe medio guión en mandarle hablar.

Claro, eso no es nada, ya hubo una Soraya Montenegro de De la vega Montalván y las tres hermanas Macarena, Carlota y Paloma Espinoza de los Monteros. En este momento ya tendrán un torrente de motes, seudónimos y apelativos que les dijo algún amigo porque, lo sé, ustedes no ven telenovelas.

¿Cuál es el afán? Hice mi encuestita de salida y, de entrada, me dijeron lo siguiente: tener dos nombres y que nos llamen con todos -los nombres- es más "nice", "cool" y elegante. Mucha razón hay en ello, pues en el pasado ser Liliana a secas era poco para obtener un crédito, pero presentarse como Claudia Liliana de Jesús, era otro cantar. Las cosas cambian, eso es bueno, pues ahora al banco ni le importa si soy Hipopótama Cruz, en tanto sea capaz de abrir una cuenta bien gordota.

Dalia era la novia de Roldán el Temerario; otra Dalia lo fue de Flash Gordon. El nombre trascendió el pasado remoto para pasar al reciente y, ahora, yo estoy esperando a mi mago de caricatura, pero créanmelo: jamás me dio por anunciarme como Dalia Milena del Rosal; es más, pienso en la brevedad como un beneficio, así será más fácil llamarme más de una vez a la mesa...

No se crean, amigos míos, eso de nombre largo fortuna en puerta. Dejen en paz a sus bebés y llámenlos como el abuelo o el papá; un nombre es suficiente pues, al fin y al cabo, alguien acabará llamando "Güicha" a esa linda pequeñita.

dreyesvaldes@hotmail.com

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