Superman esperó para decírselo a Luisa Lane porque eso de un súper héroe con debilidad mortal no hacía más que recordar a Aquiles, es decir, un hombre mucho muy bueno… pero imperfecto.
Las cosas cambian y los sabios opinan diferente. El átomo sigue llamándose igual y ya no es indivisible; los pantalones rotos eran signo de pobreza y hoy del más puro estilo pret à porter.
La kriptonita de cada uno de nuestros supermanes internos se convirtió más en reto que en peligro y hablar de ella delata seguridad y exigencia. ¿Cuál es la suya? La mía, por ejemplo, es la rutina.
Como toda regla tiene su excepción, en este caso lo que nos mata… nos mata y no hará fuerte a nadie, es decir, lo que sabemos no sería tolerable en nuestras vidas, si lo dejamos pasar, no sólo nos llevará de encuentro a nosotros sino también al de al lado.
Algunos tienen su enemigo en los celos, otros en un carácter posesivo, otros en la debilidad con el sexo opuesto y algunas lo encuentran en la cocina.
Es toda clase de sustantivos: personas, animales, cosas y abstractos que a algunos de nosotros son capaces de llevarnos a la tumba, si no de facto, sí cargan con el espíritu, la conciencia o la alegría misma.
Hablar de lo que no podemos sobrellevar en la vida hoy en día no tiene que ver con que aparezca un LexLuthor a vaciárnosla encima. Si se trata de parejas, es más mortal pensar lo cotidiano: "Ya casado(a) cambiará", ése y otros sueños del tipo guajiro han llevado más cadáveres al Registro Civil que el riesgo de aclarar antes de la firma nuestra poca pericia para cocinar o que de plano hay señores que no quieren hacerle al plomero.
Avisados todos, a ningún integrante de la pareja le será conveniente acercarle la kriptonita correspondiente al otro, so pena de tener como resultado a un ser enclenque en los múltiples sentidos de la palabra.
¿Acaso no han visto cómo se pone Clark Kent cuando se acerca a la mortífera piedra? No por nada Luisa arriesga la vida por alejarlo de ella.
Ande, no le dé pena decirle al novio, marido o pretenso, explíquele cómo se deslíe la emoción si aparece a su vista una prenda roja o amarillita; o bien, detállele la situación embarazosa con las cosquillas, el cabello largo o demasiado corto; un amigo mío tenía que esconder todos los aguacates de su casa para poder decirle cariñitos a su esposa.
¿Qué más da? No comieron guacamole ese día y el problema se acabó.
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