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ORDENANDO EL CAOS

LÁGRIMAS Y LETRAS

Dalia Reyes

Una amiga -ella no sabe que lo es pero debe adivinarlo porque nadie regala así como así una buena idea- me sugirió que hoy, justo hoy, hablara de los demás. Desde niña mi mamá me enseñó a guardar mis opiniones sobre los otros, sin embargo, haré una excepción y haré caso de la sugerencia considerando, sobre todo, que hay muchas clases de otros.

Los otros pueden ser los demás o los de menos; los primeros están directamente relacionados con nosotros porque suelen hacernos más de lo que podríamos ser si estuviéramos solos, de alguna manera están pegados a nosotros, como siameses o como jicos, dicen en el rancho cuando crecen dos frutos pegaditos.

Decía entonces, hablaré de los demás incurriendo en esa fea costumbre, pero es menester que lo haga, porque es la única ocasión y lugar en donde haré público el agradecimiento a todos aquellos quienes hacen posible el éxito de terceros.

Este día una pléyade de estudiantes normalistas está recibiendo sus documentos que los acreditan como profesores; como espectadores, hay otra constelación cuyo brillo logró que esta graduación no estuviese desierta.

Esas estrellas a quienes me refiero son padres, madres, hermanos, abuelos, tíos, vecinos, primos, amigos, novios, todos ellos almas pacientes que por seis años se hicieron cargo de casas, familias, trabajos y encargos para que estos estudiantes se trasladaran por carretera, usando toda clase de medios, y estar puntuales y atentos a clases cuyos resultados no siempre fueron halagadores, porque el esfuerzo gasta y, a veces, desconsuela.

¿Quién es el estudiante normalista que hoy termina sus estudios? Está hecho de inquietudes por dejar a su gente, de miedo por andar en caminos con lluvia o neblina, de salud inquebrantable porque a pesar de los peores diagnósticos debió estar ahí para decir "presente" y hubo, incluso, algunos que ya no llegaron más. Los profesores reñimos por su ausencia eventual o distracción, por la falta de puntualidad en sus trabajos, pero pocos se preguntan en dónde quedaron los hijos de esos estudiantes, quién cuida de sus padres enfermos, cómo lograron vencer la resistencia de parejas posesivas o padres impositivos.

Ya he felicitado a mis alumnos por la titánica labor que implicó el ser estudiantes además de trabajadores, papás, hijos y hermanos; por eso, hoy envío mi admiración a todos los que se quedaron en casa para que sus seres amados pudieran ser eso, estudiantes, y hoy, graduados.

dreyesvaldes@hotmail.com

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