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ORDENANDO EL CAOS

LA GORDA DE LA PATRONA

Dalia Reyes

Las jovencitas aristócratas, durante el Siglo de las Luces, solían ser chicas espigadas que llegaban al matrimonio con una jugosa dote, hartos vestidos amplios y dos manos albas e impolutas; Dios cuide que ellas hicieran labores domésticas: eso bajaría la oferta para las casaderas, niñas que bien podían crecer y terminar el matrimonio con esas extremidades blanquísimas -las de arriba y las de abajo-, pero con 50 kilos más, distribuidos en su lechosa anatomía, pues otras se encargaban de los quehaceres.

El ejercicio no era asunto para las mujeres de sociedad. Es más, a quienes "padecían" excesiva energía, las guardaban bien por ser amenazantes y peligrosas; de ahí que las empleadas domésticas, atareadas siempre, se mantenían en formas bastante correctas por muchos años. Recordemos que la jubilación no es tema a tratar para ellas, los sindicatos aún no ponen sus abuitrados, perdón, avispados ojos en este gremio.

Las cosas no cambiaron mucho para estas últimas: siguen siendo señoras y señoritas curvilíneas a quienes, apenas entradas en carne, sus contratantes han de instalarles un gimnasio y proporcionarles comida natural libre de hormonas, claro está, si deseamos seguir contando con su valiosa ayuda. Paradójicamente, para las "patronas" todo fue diferente con el paso de los años.

Hoy en día, una señora de a de veras -nombre actual de la patrona- se aplica un poco en la casa, previa la llegada de la chica, para evitar demandas por abuso de autoridad y tendencias esclavistas, o bien, para no pescar a la vecina pirateándose al personal. Otro factor importante es el cambio en los hábitos alimenticios: las muchachas desayunan en casa a la hora que lleguen, y prefieren cereales bajos en grasa, leche descremada y pan integral; ya teniendo los productos a la mano, las dueñas de casa también le entran a la dieta light. ¿El resultado? La gorda de la patrona quedó en el pasado, porque tanto ajetreo quema más calorías de las que podrían consumir en tan poco tiempo libre.

En tanto las chicas se beben las telenovelas matutinas en la exigida televisioncita de la cocina, y moquean entre los platos y cucharas, las señoras salen a trabajar, llevan a los niños, compran la despensa, van al banco, discuten con el mecánico, alegan en la compañía telefónica, votan en la junta y pasan a la tintorería. Mas, en realidad, mantenerse delgadas no es por lo anterior, sino que llegan a casa a lavar y planchar, pues estas actividades extremas no están incluidas en el salario de las empleadas. Esa rutina cinco días a la semana hace mucho más que la zumba en el gimnasio.

Debemos estar contentos porque la humanidad muestra respeto a todas las ocupaciones… aunque algo me dice que las amas de casa modernas quedaron fuera de ambas, causa por la cual el control de peso se ha vuelto peligrosamente sui géneris.

dreyesvaldes@hotmail.com

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