Anoche aprendí cómo arrean a los bueyes en Madagascar: un hombre bajito se basta con una vara delgada y corta de algún arbusto endémico. Elegí ver ese programa luego de ingerir la sesión del senado y terminar, en abonos, "Mecánica Nacional". Ahora quedé en el canal 100: un metamosaico lleno de mosaiquitos desde donde se adivina tal variedad de programación que la vida sería, ahora sí, un sueño.
¡Pues vaya mentira! La televisión por cable es una maldición, menos por lo que oculta y más por cuanto promete; por algún acto de hechicería, entre más canales agreguemos al paquete, parece pasar frente a nuestros ojos la misma historia, serie, película, documental y, al final de cuentas, visitar los canales se vuelve hastiante y lo más excitante de la tv por cable acaban siendo los botones del control. Seguro las empresas lo saben y sería muy honesto de su parte alquilara un paquete para desdichados: dos canales repitiendo sus programas cada 24 horas, porque es lo que acabamos haciendo los clientes.
Si lo analizamos por bloques, las series llegan a México por temporadas; pongamos por caso Doctor House: la primera llegó cuando La Reforma, la segunda con El Porfiriato, la tercera, tras La Revolución y así en los sucesivo. Ahora mismo seguimos viendo las mismas escenas, tanto así que bien podríamos ir a hacer casting para el papel de Foreman, repitiendo de memoria sus fases con salpicaduras de la temporada ocho.
En el bloque infantil, Sam, la de I Carly, ya besó como 300 veces a Freddy; los fans de la serie ya ni siquiera suspiramos por esa relación porque sabemos de cierto que ella acaba en el centro de salud mental por voluntad propia… ¡Perdón, ese capitulo no lo había visto usted! Si es su caso, el único motivo será que no cuenta con tv por cable.
Las películas ofrecen una gama un poco mas variada: dos desconocidas y Satura; dos desconocidas y Monster House; dos desconocidas y La Era de Hielo. Siendo así, la última opción esta entre el Canal del Congreso y Utilísima, pero pasadas dos manualidades, en mi casa no se ven bien los techos de espejos, los pisos con runas de colores ni las mesas rodantes a modo de caja.
Será la avalancha de cosas sobre nuestros ojos lo que nos bloquea cuyo resultado es un espejismo frente a nosotros, donde todos los oasis son falacias; pudiera ser, también, una trampa subliminal de canales mexicanos, cuyas artimañas nos obligan a quedar sentados frente al televisor cuando pasan El Chavo Animado. No lo sé de cierto.
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