Ni caso me hicieron, ingeniero Martínez; tal vez el sarcasmo ocultó el mensaje. Como sea, el mundo hispanohablante sigue empeñado en pegar lentejuelas de barbarismos a nuestro muy bonito español.
Bien dice usted en su atenta carta respecto del uso desbocado del lenguaje; sin embargo, debo confesarle algo: yo más bien considero desbocado al lenguaje mismo, porque se deja hacer. ¿Cómo así, Marce?
Por favor, señoras y señores, permítanme explicarles antes de hacerse figuraciones. Yo soy muy amante de hablar -cosa nada rara en una mujer- lo más correctamente posible -cosa medio extraña en un profesor-; pero estoy consciente de cómo los años pasan.
No, no lo digo por las cinco arrugas agregadas a mi rostro este año, los tres centímetros más en la cintura y los dos menos en la estatura, sino porque entiendo a cada generación como una forma distinta de vida. ¿Ah, no me creen? Recuerden cómo les llamaban la atención sus padres por la forma de hablar entre los jóvenes.
Abordaré solamente la punta del iceberg con el tema de las frases en inglés que ya platicamos hace algunos días. Hoy en día, los niños hablan con mucha fluidez un montón de cosas en extranjero y ni se percatan ni requieren traducción.
¿Qué me dicen del pasado reciente? Nosotros, cuando escuincles, decíamos "guat in for" y hacíamos un "aute" en el beis bol callejero. La primera era una expresión de franca rebeldía, majadera y agresiva, pues su equivalente más cercano en español era un eufemismo para "¿qué te importa?", y decirle eso a cualquier mortal ponía en evidencia la más profunda falta de educación; los padres padecían por semejante estigma, pues quedaban en una muy mala evidencia de descuido. Lo del "aute" no tenía nada qué ver con educación, sino con la costumbre: la falta de palabras terminadas en "t" en nuestro idioma nos hacía, automáticamente, pegarle la vocal.
Un taxista regiomontano aseguró que todo este asunto de aprender inglés en México es por obra y gracia de los norteamericanos, pues piensan anexarse nuestro territorio y, supongo, ya nos quieren bien educaditos. Eso explicaría los nombres de los Avengers, las series en televisión o toda esa retahíla de palabras bien pronunciaditas por nuestros niños y sin necesidad de ir al mexicano-norteamericano.
No se preocupe usted, estimado ingeniero, la lengua sigue; la lengua cambia, pero vive.
dreyesvaldes@hotmail.com