Carl Sagan -un científico divulgador que murió antes de tiempo- publicó alguna vez que cuanto más supiéramos del neocórtex podríamos acercarnos al fin de la polémica generada por la legalización del aborto. Hemos escuchado argumentos religiosos, legales, sociales, sicológicos, pero creo que este punto no lo habían tocado, por lo menos no con el entusiasmo y mercadotecnia de los otros.
El neocórtex o la "corteza más reciente" es la denominación que reciben las áreas más evolucionadas del córtex. Estas áreas constituyen la "capa" neuronal que recubre el lóbulo prefrontal y, en especial, frontal de los mamíferos. Se encuentran muy desarrolladas en los primates y destaca el desarrollo en el homo sapiens. Juega un papel importante en funciones como la percepción sensorial, la generación de órdenes motrices, razonamiento espacial, el pensamiento consciente y, en los humanos, el lenguaje. Así lo describe Wikipedia, y Sagan lo consideraba como el elemento que enmarca en tiempo y forma el momento justo cuando un ser puede considerarse realmente con carácter de humano, lo que no acontece simultáneamente con la gestación.
Pero en todo caso, si esa corteza cerebral es la que nos da un parámetro de "humanidad" en un ser ¿qué me dicen de un adulto, profesional, quien ha dado servicios y favores a la sociedad cuyo neocórtex, seguro está plenamente desarrollado? Hasta donde sé no hay una iniciativa de ley para salvar a esas personas de la muerte injusta, porque la falta de edad como la mucha acumulación de ella nos vuelve igualmente vulnerables, sin embargo, todos sabemos de terribles casos donde hombres o mujeres mueren solas, entre la ignominia de la impotencia por salir solos adelante.
Hace unas semanas, visité la casa, ahora sola, de un hombre que fue reconocido en nuestra ciudad, dio su voz y conocimiento a miles de alumnos y prestó servicios a otros tantos, sin embargo murió solo, enfermo, descuidado, entre la inmundicia y nadie se puso a pensar en lo ilógico o injusto de esos acontecimientos.
Ahora recuperan sus documentos que lo acreditaban como profesional para colgarlos de una pared, es más, a veces hasta hacemos pública nuestra admiración post mórtem cuando, creo, deberíamos avergonzarnos por el final que tienen muchas vidas, vidas cuyo principio peleamos a mano armada para luego olvidarnos de ellos.
¿Sabe usted cómo está su vecino, el tío lejano o ese primo olvidado?
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