Ah, no, bueno. Ya si un jaguar te habla así, claro y directo, si va al grano, seguro las relaciones hombre-naturaleza encontrarán el camino hacia la armonía. Al menos eso piensan los ecologistas mexicanos cuando ponen un corte no tan corto en el cine, donde una voz masculina, cuyo emisor no queda muy claro sino hasta el final, afirma pertenecer al jaguar número 9 de los 10 que quedaban.
Vamos, si esas estrategias conmovedoras funcionaran, dejaríamos de ver fotos de niños esqueléticos muriendo de hambre o escenas donde miles de inocentes mueren a manos de soldados durante guerras inexplicables pero, tal parece, necesarias.
Sí, péguenme cuanto gusten -pero no me dejen-, aun así creo que lo único necesario en nuestro mundo es esa extinción inevitable de algunas especies, la humana, entre ellas. ¿Acaso los T Rex se fletaron en los intermedios de su vida anuncios marca diablo para invitarlos a no tragarse todos los Lesothosaurus junto sus huevos? Absolutamente, no.
Debiéramos dejar a la naturaleza seguir su curso. El ser humano no es más que el resultado de la extinción; alguna clase de animal dejó de existir para dejar espacio al hombre, el único animal -a veces racional- que procede con la fundamentalista convicción de estar sobre la Tierra para enseñarla a andar y así mantener con vida animales cuyos ecosistemas desaparecieron, fabrica medios artificiales e invierte cantidades estratosféricas en su cuidado provocando la sobrepoblación de una gran cantidad de animales, desde perros callejeros hasta coyotes, pasando por las ardillas.
Una cosa es seguir el curso de la naturaleza, respetarla, vivir en armonía con ella, y otra muy distinta es intervenirla. Este espacio es muy breve para exponer todas mis razones y no quiero se me confunda con una ecocida, ecoloca o económica; es sólo la convicción de que el ser humano se toma demasiadas atribuciones y luego no sabe pagar las consecuencias.
El planeta cumplió sus primeros 4540 millones de años, nosotros apenas 600 mil, y se armó perfecto sin nuestra ayuda. Así que debo decir, señor Jaguar, que anda usted mal; eso sí, tiene muy bonita voz.
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