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ORDENANDO EL CAOS

COLOR CACA

Dalia Reyes

"Color caca, como dijo mi abuelito", gritó a voz en cuello la niña. Una andanada de siseos, shitones y mociones al silencio cayó sobre ella; sin embargo, ni por aludida se dio y siguió jugando a los encantados.

Debo decirles, circunspectos lectores, que estoy de acuerdísimo con la situación, no con la de los adultos, sino con los chavalos. No es tanto porque el color caca exista -en tanto existen los colores naranja, rosa, vede limón-, pues no olvidemos que la cromaticidad es sólo reflejo luminoso contantas variaciones como objetos, momentos, destellos y cantidad de fotones que haya en tal o cual objeto; y bueno, si el rojo tiene su rojez óntica, pues entonces habría también una caquidad igual.El acuerdo se sustenta porque la fuente emisora de la aseveración es para darle crédito.

Los abuelitos, por lo menos en mis tiempos, siempre tenían la razón. Discurso salido de su boca era leyen el cielo, la tierra y en todo lugar. Por lo tanto, si la nieta hizo esa cita tan puntual y estructurada al mejor estilo APA, la cosa debe existir y con valor universal. Lo que no entendí fue la molestia de los grandes sentados a su alrededor.

Intento explicarme un cierto proceder adulto sobre los niños; ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal? Es decir, si hay cosas que los chicos no deben repetir por ser de mal gusto, endeble educación o dudoso origen, entonces los grandes debieran abstenerse de mencionarlas frente a ellos. Me parece una ecuación muy lógica y fácil de cumplir, por lo menos para todos aquellos con sentido común.

El conflicto reside en las consecuencias: la pequeña fue reprendida por un feo dicho, tomado de su abuelo; por lo tanto, el abuelo profiere feas palabras. Los niños no tendrán ningún problema en aplicar esa lógica cartesiana a la situación, los asegunes incongruentes son producto de la retorcida mente adulta.

Con las palabras en la mano, puedo decirles que no hay vía más sensible al aprendizaje que la auditiva. Si el niño la escucha seguro la aprende, la acomoda a su discurso; lo dirá en el momento menos pertinente, a consideración de los padres. El supuesto regaño necesario se convierte en sinsentido para los hijos.

No he tenido la oportunidad para agradecer a mi vecinita el que me haya resulto un problema para describir el indefinido color de un vestido que tengo, al abuelo por la ocurrencia, y a la naturaleza por el aura inocente que aún los chicos modernos han sabido resguardar.

dreyesvaldes@hotmail.com

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