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ORDENANDO EL CAOS

LAS OPCIONES DEL SOLDADO

Dalia Reyes

Recordé el cuento "Las dos opciones del soldado", cuya vigencia ha permanecido desde mi más tierna juventud hasta la que ahora, con trabajos, acumulo. La historia versa sobre cómo siempre hay una salida ante los más terribles avatares y de cuánto acabamos, postrer a los cambios, igualito como estábamos. (Si desea el cuento completo, escriba al correo apuntado al final de este artículo y se lo enviaremos con gusto. Coma frutas y verduras).

Todo esto viene a colación por los huevos, este caro producto entre la sociedad mexicana y hoy en día tan rejego; dicen, para alcanzarlo es necesario invertir otros tantos muchos pesos. Sin embargo, este asunto de blanquillos nos ha puesto con la espada de Damocles amenazando la existencia: si adquirimos el preciado alimento, quedaremos en la pobreza; si lo eliminamos de la dieta, mudaremos entre escuálidos y anoréxicos, pues muy poco se nos ha acostumbrado a variar la mesa en el desayuno.

Ayer mismo corroboré la circunstancia. Fuimos a festejar a mi comadre y, para ello, la invitamos a desayunar en conocido restaurante de la ciudad -como dicen los de Sociales-; tomamos el menú e, irremisiblemente, surgió el tema de la carestía, y todas las presentes -ataviadas con bonitos atuendos de verano- acordamos en pleno lo injusto de la situación y decidimos hacer un frente y un detrás para combatir a los hambreadores, a los abusivos, a los oportunistas que osan subir la canasta más allá de nuestra altura. Enseguida, la señorita vino a tomarnos la orden y esto fue lo que pedimos: huevos rancheros, huevos a la mexicana y un omelet, pero de puras claras.

Lo único que quedó a las claras fueron nuestras flacas voluntades y la poca imaginación. Bueno, pero si en estos casos críticos siempre existe el queso con salsa, el chicharrón guisado, los frijolitos con chorizo o un par de buenas quesadillas; caramba, pero la costumbre es más fuerte que el amor, y con mucha dificultad el hombre se mantendrá alejado de éstas tan ovoides y malas mañas -iba a usar otro sinónimo, pero me hubieran quedado ciertos adjetivos muy desmerecedoras, a saber: zigoteas, embrionarias u ovulares; además de imprecisos, están muy feos-. Debo decir que la única compañera que quiso disimular, pidió un ponche de fruta… con huevo; cuando todas la miramos a los ojos, dijo a la mesera: "bueno, quítele el plátano".

Muy rica -en el amplio sentido de la palabra- es la comida mexicana, dicen en el mundo entero, pero más sabrosos son los huevos matutinos, de los cuales abstraerse será casi imposible. Por todo lo anterior, en estos tiempos tan difíciles, bendecidos son los campesinos quienes han resguardado sus huevos de gallo-gallina y atesoran fortunas incalculables, en tanto nosotros los pobres, pedimos, encarecidamente, a los hombres de la economía, resuelvan pronto esta contrariedad antes de que se arme una revolución; por las elecciones presidenciales no hubo, más estoy segura de que por los huevos, sí nos animamos todos.

  dreyesvaldes@hotmail.com

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