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Ordenando el caos

FAMOSA NO SOY

Dalia Reyes

Bueno, pero a quién le importa la panza de Christina; si a ella no, poco entiendo cómo los noticieros de farándula dedican dos días con sus noches a criticarle el entallado vestido negro que dejó ver, con claridad total, cuánto la mujer es una perfecta mortal.

Si a la Aguilera los comentarios de un sobrepeso, penadísimo entre los artistas, le vienen mucho más que guangos, no siendo famosa yo, mucho menos debiera quitarme el sueño, pues, dicta la teoría, a nadie le importan los actos de los hijos de vecino, o sea, gente como esta servidora.

Debo decirles algo importante: mentira vil semejante aseveración; ninguna diferencia hay entre, por nombrar a alguien, Jenifer López y quien esto pergeña, digo, en lo que respecta a críticas, pues apenas ella se enfunda en un vestido imposible y sale a la calle, aparece en la tele; apenas yo salgo a barrer la calle, mi vecina la deja -a la tele- para hacer todo un análisis del discurso visual determinado por mi vestido amplio, las sandalias cómodas y el sombrero beneficioso en estos días tan asoleados. Ahh, claro, si el atuendo lo portara Kate Middleton, entonces sería cosa de revista, pero siendo Dalia y nada más, la única revista es la que me pasa esta señora con más tiempo libre que la Paris Hilton.

Debo decir, sin temor a equivocarme, cuanto más estamos expuestas las mujeres cotidianas a la crítica y sus devastadoras consecuencias, porque a nosotros nos está prohibida la innovación, la creatividad es pecado y la valentía falta de pudor, en tanto, entre las famosas, la primera se agradece, la segunda se reconoce y la última se venera.

Sí, dije consecuencias, pues muchas damas enfrentan a suegras, madres, maridos, compañeros de trabajo, jefes, hijos, hermanos, en fin. El problema no es el reclamo sino la importancia que nos han enseñado a darle a tales quejas, mismas que Christina, Jenifer, Kate y Paris colocan en el basurero del desdén.

Injusta es la cosa pero así es. Yo jamás me he ocupado de criticar el pantalón tan ajustado de mi vecina, esa blusa corta que delata unas cuantas tortillas de más, ni los zapatos bajos tan poco femeninos, mucho menos ese cabello sin gracia recogido en coleta. Como ven, si todos respetáramos el gusto ajeno, menos problemas tendríamos.

El asunto quedó así: famosa no soy, pero ni pensar en mostrar barriga como nadie porque hay demasiados ojos sobre las mujeres X. Díganme si no y mándenme su historia.

dreyesvaldes@hotmail

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