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Ordenando el caos

NO TE CASTIGUES

Dalia Reyes

Ayer le di permiso a Toño para irse. Él tuvo la cortesía de esperar por la respuesta sin asedios, urgencias ni presiones; así, tal como vivió.

Nunca le vi apresurarse para nada, aunque tampoco se quedaba atrás. Un día, ambos caminamos por la montaña hasta llegar a un lugar poblado donde encontrar auxilio vial; fueron 30 minutos de un curso intensivo sobre materiales para hacer cocinas, sistemas de seguridad en los vehículos modernos, conveniencia de alimentarse bien pase lo que pase y la importancia de vivir sin asedios, urgencias ni presiones.

A quien diga que este hombre inalterable esperó pasivo a ver la vida ante sus ojos, le pediré que me explique entonces cómo logró formar una familia de personas valiosas, alimentar un matrimonio feliz por décadas y hacer valer su dignidad sin moverse el sombrero.

Porque usaba un sombrero de ala corta, y éste, junto con el hombre a quien cubría, eran la imagen del respeto que uno debe tener a los mayores con sólo verlos; claro está, cuando estos mayores saben ganárselo cada día de su vida.

No fue él que me contó su necesidad de juventud para ir a trabajar a otro país; tampoco supe con sus palabras las venturas y desventuras de aprender un oficio buscando que otros lo valores. Nunca ostentó su capacidad para ser tan solvente como formal y gracioso: fue en esa familia donde aprendí que, en los peores momentos de la vida, si alguien te dice un “no te castigues” acompañado de la sonrisa solidaria de Toño, entonces el problema tiene solución.

No sé bien el secreto –porque tampoco me lo dijo- pero empezó su vida antes que la mía y, hasta hoy, su figura enhiesta pero amable, ocurrente y servicial se mantienen sin fecha de caducidad. Esmás, algo me dice que su presencia es condición vitalicia entre quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo.

Pero ayer le di permiso; lo hice por negligencia, debo aceptarlo, porque esa clase de vidas tan discretas, parece que pueden desaparecer sin hacer ruido, pero vieran lo fuerte que me está llamando el recuerdo en este momento.

No es necesario decirle, Toño, que descanse en paz; sé que lo está haciendo.

dreyesvaldes@hotmail.com

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