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ORDENANDO EL CAOS

PARADITA LA TROMPA

Dalia Reyes

Pensé que venía a saludarme de beso, pero pasó de largo y fue a poner su queja en la ventanilla. La perplejidad me invadió, porque nadie camina con la trompa parada rumbo a la autora de sus desdichas.

Hasta ese día, no había notado lo protuberante de sus labios, más bien la recuerdo fina y acotada en sus rasgos faciales, toda armoniosa y pequeña. Cuando me percaté de su desdén, caí en esta cuenta a) ahora pertenecía a la tribu etíope de los mursi y se puso un plato en los labios, o b) se inyectó colágeno para emular a la Jolie.

Pero antes que emularla la pasó a amolar, porque ella de Jolie tenía lo que la humanidad moderna de civilizada. Nadie en sus cinco sentidos defenderá que hemos evolucionado cuando nuestras costumbres siguen siendo tan tribales; la diferencia es que nosotros llevamos vestidos y los aborígenes taparrabos. No, perdón, muy seguido también revistas como Hola y TV Notas publican con bombo y platillo chicas con atuendos de monja si se comparan con la desnudez de las mujeres papúas.

Pero no es el encueramiento lo que nos hermana con los ancestros incivilizados, sino la competencia por tener más hoyos en nuestro cuerpo, y conste que no es albur. El otro día vi en la tele un ritual de conquista entre hombres y mujeres zulu: todos aparecen con las caras maquilladas de colores fantásticos, abren los ojos y boca desorbitadamente para que vean cuán blancos tienen ambos y se mueven en el frenesí de los tambores.

¿Cuál es la diferencia entre ellos y nosotros? Las bodas mexicanas en la actualidad incluyen novios maquillados hasta la ignominia -los dos-, ataviados de formas inusuales en la vida cotidiana y bailando al ritmo que les toque la banda. Estoy hablando de nosotros. En los ritos tribales se perforan por encima de la ceja para colocarse una espina; usan argollas en la nariz y agrandan agujeros en los lóbulos de las orejas. No, señor, ahora estoy hablando de las tribus.

La cosa está así: no hay diferencia ninguna entre esos ritos tribales y las modas vigentes, porque ambos son señas de identidad no consigo mismo, sino con un grupo enorme que dice ser diferente a todos los demás. La pintura en el rostro sigue siendo usada para conquistar o para declarar la guerra, las mujeres no me dejarán mentir.

No he vuelto a ver a mi amiga, pero nada dudo que la próxima vez yo deba torearla con mi chal, pues es muy posible que tenga un aro en la nariz. En todo caso ella podría alegrarme la existencia ya que hay una desemejanza entre ambos: los aborígenes salen en National Geographic y nosotros en las páginas de Sociales.

dreyesvaldes@hotmail.com

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