¿En dónde tenemos el cerebro? Es una pregunta muy usual de los niños hacia los adultos. Pocos saben qué resulta de invertir los papeles: si cuestionamos a los chicos acerca de esto, nos van a mirar con rostro de duda y contestarán con fastidio que todos en el mundo conocen la respuesta.
Bueno, pues acabo de descubrir algo por demás interesante: no todos lo portamos en similar parte de nuestra anatomía. Cómo me di cuenta de ello es fácil de contar y, además, divertido.
Mi hijo recibió en Navidad un libro que versa sobre el cuerpo humano y tiene figuras realzadas de músculos, huesos, órganos y nervios. En algún momento él se quedó viendo el hueso del coxis en tanto yo me detenía en la información referente al cerebro. En páginas anteriores leímos acerca de los genitales masculinos y él los había identificado en la lámina en cuestión y me lo hizo saber. Mas yo, distraída con el córtex y las neuronas, le dije que se trataba del cerebro. Volteó a verme con asombro y preguntó que si acaso algunos hombres tenían el cerebro en los genitales; me di cuenta de mi error pero me quedé pensando en el planteamiento; en un murmullo dije: "Pues sí, algunos". No lo creí posible pero me escuchó y exigió enseguida una explicación, asunto que prometí dilucidar unos días después y ahora trabajo en ello, aunque entre mis opciones está proponerle un trueque de la respuesta por una pizza hawaiana.
El tema distrae desde entonces, y aunque no doy con la respuesta correcta para él, si he llegado a esta conclusión: el cerebro es una parte del cuerpo maleable, dúctil e impredecible. Puede tomar la forma de cualquier órgano, es capaz de deslizarse de uno a otro, según la circunstancia y, en algunos casos, ostenta el poder de parecer inexistente.
¿Cómo decimos cuando alguien anda por ahí buscando hacer la vida miserable a los demás? Pues argumentamos que piensa con el estómago y desde ahí toma sus decisiones -la analogía orgánica tiene mucho sentido cuando éstas salen con dificultad o son tomadas sin mayor razonamiento.
En el caso de los caballeros -de las mujeres se dice también pero debe ser un mito- cuyas ansias amorosas se dejan ver en dos de tres ideas, la ubicación es muy precisa, y por aquí estaría la explicación pendiente a mi hijo, pero deberá esperar unos años para escucharla.
Cuando se trata de alguien con escaso interés por hacer bien las cosas, atrapado por el descuido y la poca habilidad, entonces aseguramos que todo lo hace con los pies, es decir, colocado está el aparato pensante en la única parte móvil de su anatomía.
Podría hacer una lista interminable de casos, mas sé que a estas alturas ustedes ya empezaron a hacer la propia, con nombres y todo, por tanto, la mía está de más. Yo, por ahora, seguiré pensando en esa negociación pendiente.
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