Reconózcanlo, señoras, los empleados en esas tiendas cuyo lema es "hágalo usted mismo", son una maravilla. Emergen ellos cual zahoríes entre la bruma del tiempo escaso conyugal para atender los señores tanto requerimiento acalorado de sus esposas: arréglame la llave, cuélgame esta repisa, píntame el baño, ponle puerta al clóset, cómprame un abrigo. En fin.
De alguna forma, los departamentos de personal en estas tiendas, ellos sí, se las arreglan para encontrar, entre el común de los mortales, una pléyade de jóvenes caballeros y amazonas mozuelas capaces de leernos la mente. Miren, nada más digo esto: a diferencia del marido, quien tras nuestras definiciones nos contestará un vago "no sé si exista eso", cuando uno llega al lugar y le dice al chico: "Quiero uno de esos estantes donde puedo colar cosas y poner los platos en la cocina y que están brillositos…". Ellos enseguida nos llevan a comprar un rack maravilloso con las especificaciones precisas para nuestro espacio disponible.
Muy contrario al mecánico, basta con expresar que nuestro coche hace "shhtttrrr" al limpiar el parabrisas y luego como "ñic ñic" cuando lo apagamos, no pasa un minuto cuando en nuestras manos están gomas nuevas y un líquido especialísimo para evitar sonido cualquier en donde sea.
Lo mejor de todo, quizá, sea una situación así: nos acercamos al empleado para decirle la mucha necesidad de ordenar las herramientas en casa; él sólo preguntará si somos casadas y con eso tiene para presentarnos el mejor organizador de materiales, con imperdibles y dibujitos para demostrarle al viejo que sí, él fue quien se llevó el martillo; como prueba, el espacio vacío con su sombra correspondiente. ¡El joven nos ayudó a encontrarla justo para nuestro patio que es particular y ganar una larguísima discusión!".
Desconozco si esas tiendas sepan cuántos matrimonios y vidas han salvado: unos porque la distribución de espacios es siempre un conflicto matrimonial; otro, porque muchas mujeres deciden la separación, al fin, ya son capaces de usar solitas el taladro.
Si lo anterior es aún insuficiente, debo agregar entonces que, sin importar las especificaciones de nuestra necesidad, no nos hacen caras; independientemente de si requerimos un color "rojito verdoso" para pintar la sala, ellos lo encuentran sin mayores aspavientos, y nadie nos dice: "¡Oiga, señora, pero si apenas vino hace un mes por el rosa!
Como verán, antes de optar por el sicólogo, váyanse de compras, muchachas, ya verán los resultados.
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