Me regalaron un libro. Sigo el viejo refrán respecto de lo grosero que es verle el colmillo al caballo regalado, pero éste ni es caballo ni tiene colmillos; quien sí debió tenerlos, y muy afilados, fue la chica culpable de esta adquisición.
No contaré el porqué del regalo, pues no creo les interese esa historia, pero sí debo platicarles el mucho susidio generado a raíz de conocer esa edición, cuyo rimbombante titulo reza: "Guía práctica para ser padres hoy, desde el nacimiento hasta la adolescencia, muy útil en el hogar y en la escuela, la respuesta precisa o el consejo adecuado para todos los problemas que los niños enfrentan a diario en la escuela primaria". Acompañan a esta novela completa en la portada unas fotografías con una madre cual debe ser: vestida en extrema seriedad, sin enseñar nada de nada, y atendiendo a sus chiquitines para que no se vayan a mojar; al lado, dos jovencitos sonrientes, camino a la escuela, están pegados a la izquierda tras un pésimo photoshop.
La imagen parece setentera, por el cabello y atuendo en la madre… y por la ilusión óptica de ver juntos todos esos signos de fantasía, pues no hay otra manera de calificar semejante promesa contenida en un libro, es más, no la creería ni en una biblioteca completa. Quizá en esos años todavía se pensaba en dar una respuesta al problema en 150 páginas.
Menos aún di crédito al libro de marras cuando descubrí en el índice todo un capítulo respecto de cómo resolver problemas según el signo zodiacal. Con todo respeto para los astrólogos y quirománticos, tocar el tema de los hijos vuelve muy riesgoso dejarlo a las cuestiones astrales, pues puedo decir que hay jovencitos quienes, sin importar el día, mes o año, se comportan cual si fueran aries, piscis o acuario todo el tiempo.
La inclusión del asunto al final del libro me dio a pensar lo siguiente: si no funciona todo lo anterior (educación sexual, aprendizaje, salud), éntrele al zodiaco como última alternativa. Si bien mis comentarios puedan parecer vacuos, no los que hacen padres de familia que, en la vida real, reconocen frente a los profesores de sus hijos -sacados, seguramente, de otro libro- un tajante "ya no sé qué hacer con él". Los docentes miran con cierta compasión y exigencia a la madre y se abstienen de decir: "Si no lo sabe usted, yo menos, cuando ni siquiera sé qué debo de hacer con el propio".
A menudo la realidad familiar lleva al extremo y, agotadas las opciones, se espera algo así como un milagro, como en "Cada quien su santo", pero el vientecillo ése que despeina cuando la cosa será un hecho, nada más no acaba por aparecer.
Toda información es útil: alguna nos ayuda a tomar decisiones, en tanto otra nos muestra cómo hay otros tan inciertos como nosotros para buscar alternativas específicas. Yo sólo creo que para la educación en casa, ni se puede ser tan falsamente prometedor ni se deben dejar las cosas en manos de los astros; mejor agarremos las riendas de nuestros caballos en casa, ésos sí están muy colmilludos.
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