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Ordenando el caos

MÉXICO Y EL CARAJO

Dalia Reyes

(Retomo este artículo a petición de mis apreciados lectores en Piedras Negras y Monclova, Coahuila; será por su vigencia, su realidad o su temeridad).

Uno de mis hermanos tuvo a bien nacer con unos ojos verdes, como hoja de maíz tierno, siempre halagados por chicos y grandes. Frisaba él los cinco años cuando, en compañía de un amiguito de su camada -diría mi papá-, fue a hacer pipí a campo abierto a falta de un lugar más discreto. El niño, con su hombría en ciernes, sentenció lo siguiente a mi hermano: "Mira, la mía es más grande"; por supuesto que no se iba a quedar callado un Reyes, y contestó así: "¡Sí, pero la mía es verde!".

Al cabo, lo importante es lo que imprime orgullo a nuestra existencia y es la presunción a la mano cuando se trata de defendernos o ganar una contienda, no importa la naturaleza de ésta. Así, cuando nos sentimos agredidos por alguien respecto de lo que nos es muy propio o personal, enarbolamos banderas impredecibles, pues si vituperan a nuestra ciudad, de la cual nos quejamos a cada metro cuadrado, estaremos dispuestos a sacarle lo bueno a este terruño pues sólo nosotros, los dueños de ella, tendríamos derecho a expresarnos de forma dudosa al aludirla.

Y de lo que unos pueden estar orgullosos, otros se avergüenzan; sin embargo, las características de un pueblo siempre salen a flote, cuéstele a unos o convéngale a otros. Pongo por ejemplo el programa Laura de América, muchos años al aire exhibiendo la miseria peruana al ventilar asuntos sociales llevados por la ignorancia y la violencia, ambos temas que le reportaban numerosa audiencia a la mujer y, por ende, a la televisora. La forma de expresión y sus características físicas dejaban clara la deplorable situación de ese país y su posición bien fincada en el tercer mundo. Bueno, pero los medios tienen las ciudades que se merecen.

La crítica en México era a voz en cuello: se hablaba de la bajeza y cultura escasa de todos los participantes, del morbo como trataban los asuntos y la populachera forma de ayudar a las personas... ¿qué vamos a decir ahora que Laura es de México y se las arregla para encontrar las mismas circunstancias que en aquel país tan desdeñado por nosotros, cuyo personaje más admirado es el Chavo del Ocho?

Cuando las plagas bíblicas, la peste o cierta moda en Europa se diseminaban, había señales de alerta: nubes de insectos oscurecían las ciudades, ámpulas rojizas poblaban los cuerpos o pantalones acampanados tenían a bien verse en las calles. Pues bien, cuando un país está tocando fondo en su educación y cultura, allá va Laura a marcar los pueblos y dejarles clara su posición.

Si recuerdan al rey Midas, aquel hombre quien convertía en oro cada cosa que palpaba, podrán hacer un parangón con esta señora, cuyas manos tocan algo y lo trastocan en materia no precisamente áurea.

dreyesvaldes@hotmail.com

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