El otro día, tuvo a bien casarse el heredero del Gran Ducado de Luxemburgo, el príncipe Guillermo de Nassau y Borbón de Parma, con la condesa belga Stéphanie de Lannoy. Anda, pues siquiera, diría mi prima.
Se imaginarán la de fotos en el Internet, mostrando, enjuiciando, comparando y manoseando a todos los invitados, miembros cada uno de la real "socialité" en el mundo real europeo.
Real sí, pero de a de veras no lo sé. Asunto, como quiera éste, ajeno a mis muy proletarios puntos de vista, pero algo sí me quedó claro: la obligación entre los periodistas, para tener cuidado extremo cuando hacen públicos los vestidos y andares por esa otra alfombra roja, se nota en lo bien advertidos que están de asegurarse evitar los dimes y diretes.
El primer dime prohibido es la suposición siquiera de personajes homosexuales entre esas familias. ¿Cómo lo sé? Muy fácil: la identificación en las fotos de pareja, ésas en donde andan orondos el príncipe y la princesa de sabe-dónde, lo dice a las claras. Un pie de foto bastará como botón: "El príncipe de Asturias, Felipe (derecha), y Letizia, a su llegada a la Catedral (izquierda)".
¡Por Dios, ella tiene un vestido básico línea A en gris con un saco largo de organza cruda y su merecedor sombrero en la testa; él, porta traje militar con todas sus condecoraciones! No veo la forma como alguien pudiera confundir a la dama con el caballero o viceversa.
Por otro lado, los redactores también saben, a ciencia cierta, sobre las taras padecidas entre los lectores del jet set en le Viejo Continente, pues cada una de las 549 fotos vuelve a mencionar que el novio es el heredero del Gran Ducado de Luxemburgo. Vaya, ni siquiera mi abuelita requirió que le repitiéramos tres veces que yo pensaba vivir en una casa del Infonavit.
Fuera de eso, creo que la fiesta estuvo muy bonita y rica la comida, esos detalles no los contaron al común de los mortales, pues, supongo, están reservados para todas esas personas cuya sexualidad quedó bien resguardada hasta el próximo matrimonio real, cuando la prensa se encargue de recordarles quién es el príncipe y quién la princesa. ¡Qué vivan los novios!
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