Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

ORDENANDO EL CAOS

SOY DALIANA

Dalia Reyes

Estudiar Filosofía ya es difícil de por sí: implica darse cuenta de que uno no es uno sino todos pero nada a la vez y, además, esa cosa indescriptible se puede individualizar para luego identificarse con un colectivo. Si no entendió, estimado señor, no se preocupe… yo tampoco, y vaya que he invertido tres años en el intento.

Los ingratos filósofos, deben reconocerlo, son aún más intrincados que la Filosofía misma, pues, al igual que algunos pedagogos y sicólogos, si no inventan una palabra de su ronco pecho nunca descansarán en paz. Así, debemos memorizar entelequias, cosificaciones y "epochès".

No conformes con neologismos construidos a base de extranjerismos que, de acuerdo con la Academia, si los uso se convierten en barbarismos, osan derivar los nombres de grandes pensadores a fin de inventarse como partidarios de alguna corriente. Se les hace muy fácil pegarle sufijos a los ya de por sí complicados apellidos en cuanto extranjero tuvo a bien plantear una teoría.

Con los kantianos y los aristotélicos no tengo gran problema, pero guardo mis reservas con kikergardianos y nietzscheanos. Ahora mismo la lengua se me hace un nudo para pronunciar, imagínense nada más adentrarse en sus teorías.

Bueno, paso a contarles que el otro día nos dieron para leer a Wittgenstein, pensador nacido en Austria; en la clase, el maestro nos recibió con una pregunta profundísima: "¿quién se volvió wittgensteiniano?". Un murmullo recorrió el salón y todos nos dimos a la tarea de encontrarle una respuesta correcta, pero cuando fuimos capaces de pronunciar la palabrita, ya se había acabado la hora; todos decidimos ser platónicos, resultó mucho más fácil.

No crean que soy tan conservadora; sí voy de acuerdo con la evolución léxica y la necesidad de nuevas palaras, pero, digo yo, guardando las formas. El pobre austriaco, ya por sí complicado de leer, se quedará sin seguidores si insisten en pegarle más complicaciones al nombre y, como diría Hermione, la de Harry Potter: temerle al nombre sólo acrecienta el miedo al hombre.

A resultas de todo esto, durante algún tiempo me quise promover como heideggeriana, pero era tan difícil pronunciar la palabra sin error que parecía lideresa sindical dando un discurso; me decidí por Santo Tomás, para ser tomista, y si no me quedé nada más con el Santo, es porque no podía ser santa… pues aún no muero.

dreyesvaldes@hotmail.com

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 803723

elsiglo.mx